Pena de muerte | > Índice de textos sobre la pena de muerte |
Estimo justas las consideraciones y bien fundados los temores. La experiencia y la razón demuestran también que la forma vigente en el pasado para cortar la cabeza a un criminal lo expone a un suplicio más espantoso que la simple privación de la vida, que es el deseo formal de la ley; para darle cumplimiento, es preciso que la ejecución sea hecha al instante y de un solo golpe. Los ejemplos prueban la dificultad de alcanzarlo.
Debemos recordar aquí lo que pudimos observar en la decapitación de Lally. Este estaba arrodillado, con los ojos vendados. El ejecutor le golpeó en la nuca, pero el golpe no separó la cabeza y no podía hacerlo. El cuerpo, a cuya caída nada se oponía, cayó de bruces, y sólo tras tres o cuatro golpes de sable pudo la cabeza ser separada, al fin, del tronco. Causó horror este trinchamiento, si se nos permite crear este término.
En Alemania, los ejecutores son más experimentados por la frecuencia de esta especie de diligencias, principalmente porque las personas del sexo femenino, sea cual sea su condición, no sufren ningún otro suplicio. No obstante, la perfecta ejecución falta a menudo, a pesar de la precaución, en ciertos lugares, de fijar al paciente sentado en un sillón.
En Dinamarca existen dos posiciones y dos instrumentos para decapitar. La que podríamos denominar honorífica se efectúa con espada. Al criminal, arrodillado, se le vendan los ojos y se le dejan las manos libres. Si el suplicio debe ser infamante, el reo, atado, es acostado cabeza abajo y se le corta la cabeza con un hacha.
Nadie ignora que los instrumentos cortantes, si no golpean perpendicularmente, tienen poco o ningún efecto. Al examinarlos al microscopio, se ve que se trata, en realidad, de sierras más o menos finas que es preciso manejar deslizándolas sobre el cuerpo que hay que dividir. No se conseguiría decapitar al primer golpe con un hacha o cuchilla cuya hoja estuviera en línea recta; pero con una hoja convexa, como en las antiguas hachas de guerra, el golpe asestado no actúa perpendicularmente más que en el centro de la porción de círculo; pero el instrumento, penetrando en la continuidad de las partes que divide, tiene en sus lados una acción oblicua deslizante y alcanza con seguridad su fin.
Considerando la estructura del cuello, del que la columna vertebral es el centro, compuesto de varios huesos en los que la conexión forma encabalgamientos, de manera que no existe unión que buscar, no es posible estar seguros de una pronta y perfecta separación si la confiamos a un agente susceptible de variar en destreza por causas morales y físicas; es absolutamente necesario, para la certeza del proceder, que dependa de medios mecánicos invariables de los que se pueda determinar igualmente la fuerza y el efecto. Éste es el partido que se ha tomado en Inglaterra. El cuerpo del criminal es acostado cabeza abajo entre dos postes atrancados arriba por un travesaño, de donde se hace caer el hacha convexa sobre el cuello, por medio de un resorte. La parte posterior del instrumento debe ser bastante fuerte y pesada para actuar eficazmente, como el martinete que sirve para clavar los pilotes; es sabido que su fuerza aumenta en razón de la altura desde la que cae.
No costará mandar construir una máquina semejante, cuyo efecto es infalible; la decapitación se hará en un instante, siguiendo el espíritu y la voluntad de la nueva ley; será fácil de probar con cadáveres y también sobre un carnero vivo. Se podrá ver si no sería necesario fijar la cabeza del paciente con un apoyo en forma de media luna que le ciñera el cuello al nivel de la base del cráneo. Los cuernos o extremos de esta media luna podrían quedar fijados por unas chavetas bajo el patíbulo; este aparato, si se cree necesario, no causaría ninguna sensación y pasaría casi inadvertido.