Pena de muerte | > Índice de textos sobre la pena de muerte |
A la plaza de Cataluña, lugar de reunión, empezó a afluir gente a las diez menos cuarto de la mañana.
Por lo caluroso de la temperatura y lo soleado del sitio, muchos de los que habían de concurrir a la manifestación tomaron puesto para esperar el paso de la comitiva y unirse a ella en la ronda de San Pedro, al abrigo de los rayos solares.
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D. Cristóbal
Litran, Sra. López de Ayala, Guerra del Río, Torrubia y demás
individuos de la Comisión subieron al tablado, y desde allí
el Sr. Torrubia leyó, conforme el programa, el Mensaje siguiente:
Este pueblo, poseedor de todas las virtudes que hacen grandes a las colectividades humanas, y en las fibras de cuyo corazón nobilísimo hallan eco todos los dolores que a sus semejantes afligen, cumpliendo sacratísima y civilizada misión, viene en manifestación ordenada y solemne, cual cumple a las democracias capacitadas para ejercer las más altas funciones del gobierno de la res pública, a suplicaros, eximio ciudadano, transmitáis, en nombre de las entidades que suscriben y de los millares de hombres que con su presencia ratifican el valor y significación de este acto, el Mensaje que entidades y manifestantes, el pueblo de Barcelona, dirigen a las Cortes.
Ciudadanos, nuestros representantes:
Al reanudarse la legislatura, de cumplirse el plan del jefe del gobierno, habréis de entender en un proyecto de ley encaminado a la abolición de la pena de muerte.
Pedid y defended que la abolición se haga extensiva a toda clase de delitos.
La mal llamada pena de muerte no es tal pena, porque carece de todas las condiciones que a la pena atribuyen los tratadistas de Derecho.
No corrige al delincuente, sino que lo destruye, lo elimina.
No es ejemplar. Los mismos encargados de aplicarla así lo reconocen. Huyen de la vista del público para ejecutarla; se recatan de la presencia de las gentes cada vez que se alza un patíbulo.
No es divisible o aplicable en grados, como toda pena exige, buscando la proporcionalidad entre el delito y el castigo. Al que la ley manda que se le mate, lo mata el verdugo, lo mismo si asesinó a su padre que si con efusión de sangre ocasionó otra víctima.
No es reparable.
Y los hombres y los tribunales de justicia no son infalibles. Ahí está para demostrarlo la larga, dolorosa fe de erratas que a las sentencias de muerte ha debido presentar la Historia.
Por todos estos motivos; porque el espectáculo del derramamiento de sangre familiariza con su efusión; porque encallece el corazón y encanalla el sentimiento, debéis, señores diputados, borrar la pena de muerte de nuestros Códigos, así del civil como del militar y del de Marina.
Restituid el verdugo a condición de hombre, sacándole de su rebajamiento de asesino a sueldo.
Substituyamos el bárbaro y vengativo "mato porque mataste", negación de las edades pretéritas, por el "no matarás", con cuyo imperativo categórico afirma el mundo culto la inviolabilidad de la vida humana.
Barcelona 27 agosto de 1911
Acto seguido,
organizose la comitiva, poniéndose al frente un estandarte rojo,
en el que aparecía la inscripción siguiente: "Abolición
de la pena de muerte. Comité ejecutivo".
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En el despacho del alcalde, el señor Litran hizo al señor marqués de Marianao las presentaciones de los individuos de la Comisión, y después le entregó el Mensaje diciendo:
--Presento al señor alcalde el documento que concreta las aspiraciones de este admirado pueblo, para que lo haga llegar hasta el Gobierno y en su dia sea presentado a las Cortes.
El marqués de Marianao prometió cumplir el encargo, y felicitando a la Comisión por el orden que los manifestantes habían observado, rogó que se disolvieran.
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