Derechos de la infancia | > Otros textos |
Son invisibles en las estadísticas de víctimas de la violencia machista, pero sufren sus consecuencias. Más de 25.000 menores padecen en Catalunya situaciones de maltrato en su familia y solo un 2% reciben una atención especializada, según la Fundació del Institut de Reinserció Laboral (IReS). La cifra se basa en las 15.830 denuncias interpuestas, en su gran mayoría por mujeres, en el 2007, pero el IReS alerta de que puede tratarse de la punta del iceberg de esa lacra social."Los hijos no son víctimas colaterales de este tipo de violencia, la sufren directamente, sobre todo a nivel psicológico", afirma Núria Fabra, directora del departamento de investigación, desarrollo y formación de la Fundación IReS. La entidad, que ayer recibió el premio de la tercera edición del Fondo Ikea Colabora, es una de las pocas que, además de apoyar a las mujeres maltratadas, ofrecen asistencia a los menores para reparar el daño causado y evitar la transmisión intergeneracional de la violencia machista.
Fabra explica que casi todos los niños que viven en los entornos de violencia presentan alteraciones físicas (del sueño, la alimentación o el desarrollo) y psíquicas (problemas cognitivos, emocionales y conductuales) y que, de los más de 25.000 que sufren el problema, solo 500 reciben un tratamiento específico. "Se atiende a pocos porque hay pocos dispositivos con esta finalidad", asegura Fabra. Las personas que reciben el tratamiento acceden de forma directa o por derivación de otros profesionales de atención familiar.
Superar el miedo, aprender a resolver conflictos sin usar la violencia, romper los estereotipos creados y fomentar la expresión de las emociones son algunos de los pilares del programa de seis meses que la Fundación IReS lleva a cabo con los niños. "Para nosotros es imprescindible que trabajen con sus referentes adultos positivos, que suele ser la madre. Se trata de aprender un nuevo sistema de relaciones y restablecer la confianza", dice la directora.
Evitar que en el futuro los menores reproduzcan los roles negativos que han presenciado en su entorno es uno de los principales objetivos del tratamiento. Fabra sostiene que la violencia machista "no se puede identificar con un contexto social concreto ni con un patrón de familia".