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Hace varios días saltó la noticia de una niña de 14 años de origen mauritano residente en Cádiz que, casada con un hombre de 40 y familiar de su padre, había sido brutalmente violada por su marido. En la televisión, visiblemente alterado, un primo de la pequeña decía algo parecido a esto con la intención de acallar la crítica social: "Nosotros tenemos nuestras tradiciones y ustedes las suyas".A Dominica Tirado, natural de un pequeño pueblo de Zaragoza, la casaron poco antes de cumplir los 14 años. Su padrastro, de 36, había empezado a mirarla de forma diferente y, para evitar lo evitable, se programó su matrimonio con un amigo de la familia que rondaba la cuarentena. Dominica Tirado, casada a los 14, madre de cuatro hijos y viuda a los 22, era mi bisabuela.
Su caso no era único. Hay ejemplos en España de ilustres ciudadanos que en su día se unieron en edad madura a jóvenes que bien podrían ser sus hijas e incluso sus nietas. Pero hoy, gracias a la legislación y al abandono de determinadas "tradiciones" -que personalmente denominaría "esclavistas"-, las niñas de 14 años juegan, pasean, inundan calles y plazas, pero sobre todo, se preparan para ser personas.
Preparar a las niñas desde su nacimiento para ser casadas y entregadas en cuanto traspasan la frontera de la infancia no es una "tradición", es sólo un ejemplo más de hasta dónde puede llegar la dominación masculina. Los años transcurridos desde la boda de Dominica hasta hoy demuestran que esas mal llamadas "tradiciones" pueden -y deben- dejarse en el camino cuando vulneran los derechos humanos fundamentales a la salud, a la educación y al desarrollo integral de las personas.
Después de decir esto, haría una petición: cuando hablemos de tradiciones -procedan de donde procedan, incluyendo las nuestras- levantemos un poquito la sábana que las cubre y miremos debajo. Si entrevemos la explotación y la dominación de un ser humano, tenga éste el sexo o la edad que tenga, comprendamos que no podemos continuar denominando tradición a esa acción. Y que nuestra lucha debe enfocarse no a su mantenimiento, sino a su erradicación.