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Unicef denuncia que en Egipto hay medio millón de niños en la calle
Todo está listo para que el microbús de Cáritas empiece la ronda nocturna. La misión es localizar a niños egipcios que viven en las calles de El Cairo. El vehículo parte a las nueve de la noche de la sede de la organización humanitaria, situada muy cerca de las tres pirámides de Giza. Media hora después, la expedición se detiene en la avenida Al Arish. Ihab y Ramy, dos jóvenes educadores sociales, saltan al asfalto y reúnen a nueve chavales desarrapados y descalzos. "A todos los conocemos. Acuden por las mañanas a nuestro centro de día", dice Ihab, que abraza con ternura al más pequeño, de 12 años.Nadie sabe a ciencia cierta cuántos menores egipcios viven al raso y sin ningún tipo de control adulto, pero los expertos advierten de que es un fenómeno en alza. Unicef habla de más de medio millón, en un país de 74 millones de habitantes. Los niños proceden de familias pobres, donde anidan la violencia doméstica, los divorcios y los embarazos no deseados. "Por lo general --explica Ramy--, son los menores los que optan por huir de sus casas y se marchan lejos para no volver nunca más. En este grupo hay varios de Alejandría", la ciudad mediterránea a 230 kilómetros al norte de El Cairo.
Tres horas de actividades
La unidad móvil de Cáritas se estrenó en marzo. El coordinador es Ibrahim Wadieh, un sociólogo de 46 años. "Cada día vamos a un barrio distinto. Lo importante es que los chavales confíen en nosotros y acudan a nuestro centro de día. Ahí pueden ducharse, cambiarse de ropa y recibir clases de matemáticas y árabe", explica. Wadieh les ha organizado esta noche tres horas de actividades en la calle, en un parterre de la avenida Esfinge.
Tras los trabajos manuales y los juegos, hoy toca charla educativa sobre el consumo de drogas, muy extendido entre los meninos. "Están convencidos de que inhalar cola es bueno porque los adormece y les ayuda a olvidar los problemas. Además, dicen que sienten menos dolor cuando reciben una paliza en la comisaría", señala Ihab.La vida en el asfalto es dura y los niños sobreviven haciendo trabajos esporádicos, pidiendo propinas o con pequeños hurtos. Padecen hambre y enfermedades y, con frecuencia, se enfrascan en peleas. A todo ello, hay que añadir también el problema de los abusos sexuales. Los embarazos juveniles no son raros, lo que está dando lugar a una nueva generación de niños sin techo y sin padre. Cada grupo tiene un líder que utiliza el sexo como arma de control, no solo con las chicas sino también con los varones. Según apunta Ramy, el líder utiliza el abuso sexual "como castigo" contra aquellos que le desobedecen.
Aunque es un fenómeno muy extendido, la sociedad egipcia había dado la espalda a este problema, al que asociaban con las grandes urbes latinoamericanas y asiáticas pero hacían la vista gorda en casa. Hasta que se hizo público el escalofriante caso Turbini. El pasado mes de diciembre la policía detuvo a Ramadan Mansur, de 26 años, jefe de una banda de jóvenes vagabundos. Las autoridades les acusaron de secuestrar, violar y asesinar a, al menos, 30 menores sin techo. Apodado El Turbini, por el tren expreso donde, al parecer, mató a alguna de las víctimas, Mansur fue él mismo un niño de la calle y víctima de abusos sexuales, al igual que sus 10 cómplices, todos adolescentes.
"Sabemos que no es la primera vez que han ocurrido crímenes así, pero los egipcios lo ignoraban", afirma Guitar Zaki, de Hope Village, la más antigua de las organizaciones privadas egipcias que trabajan con niños de la calle. Hope Village, que cuenta con centros de acogida en los que atiende a más de 6.000 niños al año, ha colaborado con la policía en la investigación del caso, al identificar por fotos a algunas víctimas de El Turbini, a quien el pasado julio un tribunal sentenció a muerte.
Leyes perniciosas
La legislación los considera "vulnerables a la delincuencia" y no menores desamparados que necesitan protección. Como dice Ihab, de Cáritas, "El Turbini ha sido una víctima durante toda su vida. Toda la sociedad egipcia está ahora en contra de él, pero si hubiera estado en una buena familia no hubiera pasado esto".La principal misión de estas organizaciones humanitarias es rehabilitar a los menores, darles cariño y prepararles para que un día regresen a su hogar. Antes, eso sí, se encargan también de aleccionar a sus padres. "Desde el 2004, más de 1.500 menores han pasado por Cáritas. De todos ellos, un centenar ya han regresado a sus casas", dice el sociólogo Ibrahim Wadieh. "Es un dato que nos anima a seguir con nuestro trabajo".