Los menores sufrieron palizas, humillaciones, asaltos sexuales y trabajo forzado
Los
abusos tenían método. Aquella forma de educar, conocida en alemán como
"pedagogía negra", iba todavía mucho más lejos que los castigos físicos
considerados aceptables hace 60 aņos. Es imposible saber cuántos de los
casi 800.000 niņos que pasaron por orfanatos alemanes entre 1950 y 1975
sufren aún las secuelas de las palizas, los escarmientos humillantes o
los largos aislamientos en cuartos sin ventanas que les infligieron sus
tutores. Les daban tranquilizantes mezclados en la comida para que no
molestaran. Les obligaban a trabajar en el campo o en las lavanderías
para financiarse. Un informe que ha estudiado los casos estima ahora
que unos 50.000 de esos menores sufrieron palizas, humillaciones y
abusos sexuales.
La Comisión de peticiones del Parlamento federal (Bundestag) escuchó a
decenas de víctimas a partir de 2005. Entonces, la Conferencia
Episcopal alemana y las iglesias evangélicas hablaban de "casos
aislados" y lamentables. Medio millón de aquellos niņos pasaron por
orfanatos de las iglesias. En 2008 se instituyó una mesa redonda que se
ha dedicado a analizar los casos y que hoy presentará en Berlín las
conclusiones de su trabajo. La primera conquista de las víctimas fue el
reconocimiento público de que los maltratos que sufrieron seguían una
pauta. Tanto el Estado como las distintas iglesias, que debían haberse
hecho cargo de su tutela y de su formación cuando eran niņos, les
negaron a menudo el amparo y la dedicación debidas.
Los abusos en orfanatos se ocultaron durante aņos. Un asunto
desagradable para las víctimas y para las instituciones implicadas,
porque los niņos pobres, huérfanos o abandonados, son los miembros más
desamparados de la sociedad. Un fracaso estrepitoso en su custodia y
socorro que revela graves carencias en el sistema de ayuda social; el
mismo que muchos llevan décadas tachando de "opulento" o
"despilfarrador".
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