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En la Italia del siglo XVIII se llegaba acastrar hasta cuatro mil niños al año para la música, muchos de los cuáles acababan como parias
"E vviva il coltellino!" (¡viva el cuchillito!). Junto con los aplausos, los gritos y la adoración total, el público de la ópera les dedicaba a los castrati esta dolorosa frase, recuerda Cecilia Bartoli. La virilidad de miles de niños se sacrificaba en el altar de la música en la Italia del siglo XVIII. Hasta 4.000 por año, la mayoría procedentes de la paupérrima Nápoles, convertida en una fábrica de sueños musicales. Si el fenómeno ya existía antes y era espoleado por la prohibición de las voces femeninas en los espectáculos de los Estados Pontificios, en el setecientos el fenómeno se llevaba acabo casi en serie. Sin ir más lejos, uno de los compositores elegido por Bartoli para su álbum Sacrificium, Nicolò Porpora, fue maestro de castrati como Farinelli, Caffarelli, Salimbeni, Appiani y Porporino, que figuran entre los más famosos de todos los tiempos.Las dotes de estos cantantes, con unos registros y extensiones vocales únicos y magistrales, les llevaron a ser contratados por toda Europa. Una voz que iba acompañada del erotismo que implicaba su apariencia de ambigüedad sexual y que cautivó a buena parte del público convirtiéndoles en verdaderos divos. Pero la adoración de la audiencia es sólo la parte positiva, recuerda la mezzosoprano italiana, que ha querido rendirles homenaje con su nuevo disco, Sacrificium (Decca), con el que ya ha logrado colocarse entre los álbumes más vendidos en Francia, Bélgica o España, una lluvia de discos de oro y ser uno de los álbumes de música clásica más vendidos de la historia.
Y es que Bartoli recuerda que muchísimos de los castrados no lograban nunca la fama y quedaban relegados auncoro y a ser unos parias sociales. Otros triunfaban, como los que podían cantar las composiciones de Nicolò Porpora, Riccardo Broschi, Leonardo Vinci, Leonardo Leo, Francesco Araia o el centroeuropeo Carl Heinrich Graun -representante durante el siglo XVIII de la ópera italiana en Alemania -que redescubre ahora Bartoli. En su opinión, se trata de una de las situaciones más ambivalentes y extraordinarias de la historia de la música europea, con las impresionantes y cultivadas voces de tantos hombres a los que se les arrebataba el sexo para que lograran la perfección en el canto y un gran futuro económico. Un fenómeno en el que Nápoles, con su pobreza económica y su riqueza intelectual, fue central.
En cualquier caso, aunque los castrati se acabaron a principios del siglo XX, Bartoli declaraba al Corriere della Sera hace unos meses que su mismo sacrificio continúa hoy de otras maneras: con la cirugía estética y con mutilados como Michael Jacksono con la anorexia de las modelos, "no por el arte, sino por la belleza, o, mejor, por un ideal vacío", lamenta la mezzosoprano. Entonces, como ahora, se trata, apunta, de la tragedia de muchos adolescentes sacrificados en busca de un éxito y unos ingresos que, para la mayoría finalmente suelen resultar bastante esquivos.