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Mary Hooker tenía 12 años cuando fue separada de su familia e internada en una institución para niños aborígenes. Fue apaleada y violada y pasó en ella seis años, como tantos otros niños de la generación robada, a los que hoy Australia pedirá oficialmente perdón.Mary estará hoy en Canberra, con cientos de aborígenes, para escuchar cómo el primer ministro australiano, Kevin Rudd, abre el periodo de sesiones del Parlamento presentando sus excusas a la comunidad "nativa", tal como se comprometió antes del triunfo electoral laborista de noviembre.
El primer ministro se dirigirá en nombre de la nación a la generación robada, los miles de niños que desde 1910 hasta la década de los 70 fueron retirados a sus familias por la fuerza y entregados a instituciones o a hogares europeos para su asimilación. "Para mí será volver a empezar", confía Mary, de 50 años, en su modesta casa de Penrith, en los suburbios de Sydney. "Para algunos, será el inicio de un proceso de curación", añade.La Alianza de la Generación Robada estima en 55.000 los menores separados de sus familias. La Comisión Australiana de Derechos Humanos e Igualdad de Oportunidades (HREOC) calcula que uno de cada tres niños aborígenes fue arrancado de su entorno y califica esta práctica de acto de genocidio.
Para Tom Calma, miembro de la HREOC, esta petición de disculpas nacional tendrá un profundo impacto en la comunidad aborigen, cuyo sufrimiento "es casi indescriptible". "Para que la gente lo entienda, le digo: 'Imagínese que usted va por la calle con su bebé en el cochecito, viene un funcionario y le dice que se lo lleva, sin ninguna explicación. Y usted ya nunca vuelve a tener noticias de su hijo'", explica.
Mary Hooker recuerda el día en que se la llevaron, tras un aparente intento de suicidio de su madre, quien tuvo 12 hijos. "Los policías vinieron a buscarme a la escuela. Me dijeron que íbamos al hospital a visitar a mi madre. Yo estaba contenta, porque la última vez que la había visto estaba inconsciente", dice. "Cuando subí al coche, ahí estaban todos mis hermanos y hermanas. Ellos lloraban porque sabían lo que iba a pasar, pero yo era demasiado pequeña para entenderlo", añade. "La primera noche, hubiera querido que alguno de ellos me estrechara en sus brazos, pero nos separaron, no sé por qué", explica.
Tras varios intentos de huida, Mary fue sometida a un régimen de aislamiento: "Entonces me apalearon y empezaron las violaciones. Me dijeron que no se lo contara a nadie y que, de todos modos, nadie me creería".
Casada durante 22 años con un no aborigen, Mary Hooker ha emprendido un proceso contra el Estado. Asimismo, espera reencontrar a su familia. Su padre, ya fallecido, intentó contactar con ella, lo que le fue negado. Su madre vive cerca de su casa, pero a varios de sus hermanos y hermanas lleva largos años sin verles, y espera que hoy estén también en Camberra.
Los 455.000 aborígenes representan hoy un 2% de la población australiana. Marginados y desfavorecidos, su esperanza de vida es 17 años inferior a la media del país.