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Introducción[...] "Ciudadanos lectores", no creáis que esas historias de minas en países lejanos no os conciernen. En las guerras modernas, algunas de las cuales se libran muy cerca de nosotros, nueve de cada diez víctimas son civiles. De vuestra capacidad para la indignación y el rechazo ante la injusticia nacerá una concienciación colectiva que tendrá la fuerza necesaria para combatir esta barbarie contemporánea. Las minas antipersona no son un mal inevitable. Algunos países, presionados por las organizaciones y por el peso de la opinión pública, han prohibido la fabricación de estas armas. Otros, farisaicos, se escabullen mientras las siguen produciendo.
Segundo Relato
[...]
Laurinda es muy hermosa. Su cuerpo es esbelto, fino y elegante, aunque, en muchas partes, está cubierto de cicatrices abultadas, producidas por los fragmentos de la mina que estalló bajo sus pies. Está amputada por debajo de la rodilla izquierda. Lleva dos años sin noticias de su marido, minero en Suráfrica. Le han contado que se ha ido con otra mujer, pero ella no se decide a aceptar este hecho. Llegó al centro antes que Zaida y fue la primera en recibir su prótesis. La pierna y el pie son de madera, mientras que la parte que encierra el muñón es de cuero. El conjunto es un poco pesado, pero Laurinda abandonó desde el primer momento la muleta, y caminó con su nueva pierna.
Tres semanas más tarde, Zito anuncia triunfalmente a su hermana que la pierna está preparada. Ella, muy excitada, corre hacia el taller escoltada por Laurinda. Su propio hermano ha colaborado en la fabricación. Laurinda ayuda a Zaida, apartadas de las miradas indiscretas, a atársela a la cintura con un cinturón de cuero. La prótesis de Zaida es mucho más pesada y más compleja que la de Laurinda, porque Zaida no tiene rodilla y el muslo ha sido cortado muy cerca de la ingle.
Su prótesis tiene una articulación a la altura de la rodilla. Una pieza de cuero envuelve el muñón y, bajo la nalga, una tablilla de cuero se apoya en el hueso de la pelvis, el isquion.
Zaida, apoyada en Laurinda, sale del taller para ir al área de entrenamiento. Es un recorrido con subidas y bajadas, rodeado de una cuerda para sostenerse.
Bajo el fuego cruzado de las miradas, Zaida se siente horriblemente a disgusto. Este aparato le pesa, es un cuerpo muerto, extraño y pesado, imposible de arrastrar. El cuero aún duro le hace daño en la nalga. Se siente muy torpe y más discapacitada que con sus muletas. Para avanzar, Zaida lanza la pierna rígida hacia un lado, describiendo un amplio arco. Este modo de proceder provoca un triste contoneo que la obliga a cojear.
Philippe está allí con su sonrisa tranquila. Le explica que no hay que hacerlo así. Tiene que enviar la pierna articulada hacia delante y pasar el peso del cuerpo de una pierna a la otra, bloqueando la rodilla. Zaida lo intenta, pierde el equilibrio y cae. Humillada, contiene las lágrimas. Zito y Philippe la levantan. Este último la anima:
--No te desesperes, el aprendizaje será largo y repetitivo. Te exigirá paciencia y voluntad, pero sé que lo conseguirás.