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La mitad de los padres creen que pegar a los hijos resulta "a veces" imprescindible para corregirles
J. B. Barroso, E. Montañés.
ABC, 24-7-2004 [reproducido en www.aplicaciones.info/articu/arti65r.htm]
El azote, el cachete o el pescozón han sido (y todavía son) elementos presentes en muchas escenas cotidianas: el adolescente que recibe una bofetada por «contestón», el pescozón del padre al hijo por empujar a otro niño, el cachete para frenar la rabieta porque no se le compra algo... La práctica del castigo físico se encuentra fuertemente arraigada en nuestra sociedad: un 47 por ciento de los españoles aseguran que pegar resulta «algunas veces» imprescindible y son las mujeres quienes muestran una mayor aceptación del castigo físico, según datos del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales recogidos en la guía «Educa, no pegues», elaborada por las organizaciones Save the Children, el Comité Español de Unicef y las asociaciones de padres Concapa y Ceapa.

Tales actitudes están en sintonía con la sentencia dictada por el ahora magistrado del Tribunal Supremo, Juan Ramón Berdugo, cuando era juez de la Audiencia Provincial de Córdoba. En el fallo, Berdugo considera que «unos azotes en el culo» ante una conducta desobediente del menor son «conformes con los usos sociales» y parte fundamental del «derecho de corrección que tienen los padres sobre los hijos menores no emancipados». De esta forma, el juez absolvía a una madre del delito de malos tratos hacia su hijo, de 13 años, del que había sido condenada en primera instancia tras haber sido denunciada por su ex marido. Una decisión y unos argumentos que han abierto un nuevo frente de discusión a nivel jurídico y social.

La realidad que muestran los datos recabados por las organizaciones anteriormente citadas es que el 27,7 por ciento de los padres españoles reconocen haber pegado a sus hijos en el último mes una media de tres veces. Y un 2,7 por ciento no tenía reparos en admitir haber propinado fuertes golpes. Según se señala, para la aceptación de esta práctica no influye a qué condición social pertenezcan los progenitores.

En otros países europeos las cifras son similares o incluso mayores: el 80 por ciento de los irlandeses mayores de edad recuerdan haber sido pegados en casa. En todos los países hay expresiones como «zurrar», «dar una torta a tiempo», «un buen azote»... lo que evidencia que el castigo físico es algo aceptado. Pero ello no lo valida.

Un camino abonado para la violencia
La mayoría de los padres españoles dicen tener una buena relación con sus hijos, aunque en muchas ocasiones las tensiones y los problemas logran desbordarles. No en vano, el 40 por ciento reconoce no saber cómo tratar los conflictos de convivencia con sus hijos, según el estudio «Hijos y padres: comunicación y conflictos», realizado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD).

Los principales conflictos se producen en lo que se refiere a relaciones y comportamientos externos (salidas con amigos, horarios...) y a la organización y reparto de tareas domésticas. Unas discrepancias que se resuelven -la mayoría de las veces- mediante el diálogo (uno de cada cuatro padres reconoce que las opiniones de los hijos acaban imponiéndose en la familia) pero en otras, son la bofetada o el castigo los que ponen fin a la discordia.

Humillación del niño
Un estudio realizado por el Comité sobre la Violencia del Departamento de Psiquiatría elaborado por la Universidad americana de Stanford considera «desaconsejable» el castigo físico por parte de los alumnos porque lejos de inhibir la violencia la alienta, ya que además de humillar al niño, le proporciona un modelo a imitar y del que aprender. Los expertos coinciden en señalar que la conducta violenta genera en los niños dos tipos de conductas emocionales negativas: la depresión por la pérdida de confianza en los padres; y la agresión, sobre todo hacia sus progenitores.

No obstante, las cosas parecen que cambian poco a poco y los jóvenes (18 a 29 años) rechazan el castigo físico más que los adultos (entre 30 y 60 años). Pero aún así, y como reconoce la Federación de Asociaciones para la Prevención del Maltrato Infantil (Fapmi), en nuestra sociedad, esta conducta violenta va «in crescendo», aunque puntualiza que tal vez ahora se contabilizan mejor las agresiones o malos tratos a menores.

La erradicación del castigo físico sobre los niños constituye sin duda un tema prioritario en las políticas sociales de muchos países. Una cuestión clave para evitar males mayores como el maltrato infantil que sufren más de 200 millones de pequeños en el mundo.