Esta sociedad se asienta (a priori) en muchos binarismos nada inocentes: ricos y pobres, políticos y ciudadanos, policías y criminales, blancos y negros, funcionales y disfuncionales, sanos y enfermos, izquierdas y derechas. Binarismos que no siempre quedan tan claros y a veces giran o se confuden. Basta con ver nuestra clase política para saber que los llamados "ladrones" tienen mucho que aprender.

Pero existen divisiones ancestrales que pocos se atreven a poner en cuestión por temor a, según en qué ámbitos, no ser ni siquiera escuchados ni tomados muy en serio.

Es el caso de los y las transexuales reclamando la despatologización de la transexualidad y espacios lúdicos para ellos y ellas. ¿Qué es esto que suena tanto a clínica? ¿Despatologizar qué? Pues nada más sencillo que lograr que se elimine del Manual de Enfermedades Mentales la transexualidad, como en los años setenta se eliminó, por fin, la homosexualidad y el lesbianismo. Nada que ver con modas, arte contemporáneo o universitarios de vanguardia. No son heterodoxos, somos nosotros los ultraortodoxos que hemos invisibilizando los esquemas binarios en los que se sustenta la sociedad heteropatriarcal despojándoles de su subjetividad, negándoles la palabra. Simplemente hace falta escuchar la voz de transexuales y transgéneros.

Hay gente que reclama tratamientos y ayuda psicológica pero otros que viven otras subjetividades donde no quieren ser sometidos a cuestionarios decimonónicos donde se les pregunta si jugaban con coches o muñecas, para determinar si son "niños o niñas". Algunos ni siquiera quieren modificar su cuerpo u hormonarse porque creen que la sexualidad y menos aún el género no son construcciones naturales anatómicas sino construcciones sociales coercitivas que se nos dan como naturales interpretando, nombrando o modificando nuestra anatomía.

Las continuas sanciones a las desviaciones en el comportamiento de género llevan y han llevado a muchos transexuales (masculinos o femeninos) a querer modificar su cuerpo para ser leídos por la sociedad como mujeres u hombres, para ser respetados. Pero hay cada vez más transexuales sin operar que ven en la sociedad un eje heterosexista que divide en hombres y mujeres sin dejar posibilidad a cualquier cambio o transformación personal que no pase por el quirófano, la consulta o la terapia.