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Intersexualidad. O la invisibilidad de la diferencia. Porque esta sociedad estigmatiza a quien no forme parte del binomio más claro: hombre-mujer. Cuestiona a cualquiera cuya identidad sexual se aleje de la supuesta normalidad. Pero hay otras realidades con las que convivir y, por tanto, que aceptar. Y que reconocer. Porque aunque las cifras no están claras, parece ser que alrededor de uno de cada 600 bebés nace con una discrepancia entre los genitales externos e internos. Y eso significa que millares de personas viven con esa circunstancia. Su invisibilidad les hace terriblemente vulnerables, porque no están integrados en el lenguaje, ni en la educación, ni definido su vestuario, ni su espacio en los lugares públicos. Y es que la transexualidad se ve, carga con miles de juicios y prejuicios, pero está ahí, visualmente existe. Pero el intersexual, ¿dónde está? ¿Cuántos de nosotros hemos oído hablar con cierta profundidad de esta realidad? Mi descubrimiento personal fue de la mano de una de las escritoras y directoras argentinas más interesantes del panorama actual, Lucía Puenzo, que se acerca al tema con exquisita elegancia y una enorme sensibilidad, en XXY, su ópera prima, una joya multipremiada. Inés Efrón, la andrógina protagonista, un animal de cámara, un hallazgo, acude a rescatarnos de la ignorancia y nos regala a Alex, un ser humano excepcional, que carga con la culpa, con un secreto y con la mismísima pubertad. Una catarsis, una explosión, un ruido sordo. Los silencios. La búsqueda de una identidad. Un laberinto y una luz. El mar. Siempre el mar.Durante mucho tiempo la tendencia médica fue operar con urgencia, al nacer, a menudo en base a los genitales externos y no al sexo de los cromosomas, y, ante la falta de certeza, se reconstruía el sexo femenino y se amputaba el masculino, porque era la opción que entrañaba menos dificultad. Y era fundamental instruir a los padres en borrar de su cabeza cualquier ambigüedad respecto al sexo de su hij@. Pero las cosas han cambiado. Y tal como hace Ricardo Darín como padre de Alex en la película, los padres y los médicos hoy, prefieren esperar, para que el propio intersexual decida si hay que operar, qué hay que operar y cuándo. Aunque se plantea otra posibilidad. ¿Y si no hay nada que decidir, nada que cambiar? ¿Y si la persona decide aceptar su naturaleza genital ambigüa y caminar con ella? Entonces, nuestra labor será facilitar, abrazar, sonreír, escuchar. De nuevo, empalizar. Porque no hay como ponerse en el lugar del otro para no juzgar.
Por ellos. Por una realidad intersexual.