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Dos décadas después de que la homosexualidad dejara de considerarse una enfermedad, aún hay clínicas en España que ofrecen 'curas' a esta orientación sexual
Diez Padres Nuestros y diez Aves Marías. 75 miligramos de Ludiomil diarios y otros 20 de Dogmatil. Àngel Llorent se sometió durante 10 años a este tratamiento para dejar de ser gay. "Tenía que rezar si veía a un chico guapo en la calle", explica este catalán que quería ser heterosexual porque creía que estaba enfermo. Dejó su trabajo y a sus amigos. Cambió de vida. Por un tiempo fue un ex gay. No funcionó. Intentó suicidarse.(...)
La denuncia de que la Policlínica Tibidabo en Barcelona ofrece pastillas y tratamientos a sus pacientes para dejar de ser gays ha reabierto la polémica sobre una opción descartada en 1973, cuando los científicos rechazaron esta inclinación como trastorno psicológico. "Evidentemente, no se puede curar la homosexualidad. Estas terapias suponen mala praxis y están desautorizadas. Causan trastornos depresivos, conductas autodestructivas, ansiedad y pueden derivar en el suicidio", afirma la psicóloga Silvia Morell.
A pesar de que la Organización Mundial de la Salud excluyó la homosexualidad como enfermedad en 1990, el movimiento ex gay en todo el mundo ofrece la cura al considerar que se trata de algo tratable, que hace "infeliz" a quien la sufre.
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Como Tibidabo, actualmente investigada por la Consejería catalana de Sanidad, existen otras clínicas que ofrecen el camino a la heterosexualidad en España, según Miguel González, presidente del Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid: "Sabemos de muchos casos de personas que se someten a estos tratamientos y después se arrepienten, pero no denuncian. Es un error tratar algo que no es una enfermedad psiquiátrica, debería ser un delito. Se ha demostrado que nada de esto funciona".
Marc Orozko es un caso de terapia sin religión. Un tratamiento similar al del perro de Pavlov, que trata de asociar estímulos positivos a lo heterosexual y negativos a lo gay. Durante un año se trató en la clínica Dexeus, en Barcelona. Tenía 20 años y su terapeuta le recomendaba masturbarse pensando en mujeres. También le obligaba a ponerse una goma en la muñeca y tirar de ella cada vez que pensara en un hombre para así relacionar la figura masculina con el dolor. Esto se conoce como terapia aversiva conductual. "Tenía que castigarme o premiarme", recuerda Marc, que recibió tratamiento durante un año a finales de los noventa y afirma que a raíz de él tuvo efectos secundarios como obsesiones, inseguridades y conflictos para relacionarse.
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José L. se sometió hace tres años un tratamiento laico en una clínica de Madrid. Acudía a terapia una vez por semana e iba a retiros con otros ex gays. "Fue terrible. Me lavaron el cerebro. Yo creía que estaba enfermo y sentía culpa", cuenta José, que pide mantener el anonimato. Este abogado de 35 años siguió las teorías de Aquilino Polaino, el experto de la Universidad Complutense que en 2005 fue invitado por el PP al Senado para explicar los daños que pueden causar a los hijos las parejas gays. Polaino, a quien este periódico intentó contactar pero se encuentra de viaje por México, defiende las "terapias reparativas" y considera que la homosexualidad surge entre hijos de familias disfuncionales. La psicóloga Patricia M. Peroni, que no accedió a una entrevista, y Jokin De Irala, de la Universidad de Navarra, han escrito libros y ofrecen conferencias en las que afirman que la homosexualidad puede revertirse.
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