Gran avance el del móvil que, tras escuchar los síntomas que le relataba su humano, o a veces tan solo con oír sus quejidos, evaluaba sus parámetros fisiológicos e incluso analizaba muestras biológicas que tomaba por contacto, para, con una celeridad que para sí hubiera querido Galeno, contactar con la farmacia más cercana donde le dispensarían el mejor remedio. O en los casos más graves solicitar un dron ambulancia que lo depositaba en el hospital más próximo a cargo de robots más avanzados.Lástima que, a pesar de tanto avance, la mortalidad no hacía más que aumentar. Y es que el algoritmo se bloqueaba cuando el humano se echaba a llorar o le decía que se sentía solo, o aún peor, que echaba de menos las consultas con su médico, esos parias que ya habían sido encauzados para hacer cosas de más provecho.