Este era un Rey que tenía todo un país para él solo. El Rey era dueño de caminos, árboles, casas, palacios de diamantes, tiendas hechas del día, rebaños de elefantes, tronos de malaquita, mantos de tizú, gentiles princesitas, vasallos, cortesanos, ejércitos, montañas, cultivos, riegos, sembrados, cortijos y era además el propietario de los pocos propietarios y había cesanteado a los maestros porque la educación había pasado a ser de su exclusiva propiedad y era el dueño de abogados, jueces y magistrados y del aire y del sol y de la noche y de las aguas, vidas y tierras del país. En fin, todo era de él con excepción de la miseria, pero bondadoso gobernante al fin y al cabo, permitía que fuera el pueblo el único quien la poseyera.