Los médicos de todos los hospitales vestían desde hacía un año unas batas cosidas con una tela única: los políticos y gestores habían asegurado que el tejido era caro, uno de los más costosos del mundo, y mágico, pues tan sólo podían verlo aquellos que deseaban el bien para la sociedad. Los médicos, enfermeros, celadores y gran parte de los ciudadanos pensaron que era una estafa, pues ninguno veía las batas, pero nadie se atrevió a decir nada para no ser acusado de no querer el bien para todos.Pronto se comenzó a elaborar material quirúrgico, máquinas de rayos X y hasta las escayolas para los huesos quebrados a partir de este mismo material y, finalmente, las paredes de los mismos hospitales. Un día, una pareja llevó al hospital más cercano a su hija de ocho años, que se había roto un brazo jugando. Al llegar a la puerta de Urgencias, la niña se detuvo y miró asombrada a sus padres mientras confirmaba: "No hay aquí ningún hospital".