Algo viscoso empezó a retorcerse en la boca de Agata cuando Dámaso se introdujo, de madrugada, en su dormitorio.-Sé buena con papá -le susurró.
La niña intentó tragárselo, pero era demasiado grande y extraordinariamente fuerte. Finalmente pudo contenerlo entre sus dientes.
El áspid negro como el betún, del tamaño de una lanceta, volvió a sus entrañas infantiles.