Mi padre trabajó toda la vida en los astilleros. Cuando yo era pequeño solía bromear con que sus manos estaban hechas de acero y madera, y su salud era también de hierro. Pero, con el transcurso de los años, llegó el día en el que cayó enfermo.Por suerte, el hospital contaba con la última tecnología, habitaciones individuales con vistas al mar y un servicio de catering digno de una estrella Michelin.
Fue una lástima que ese día no hubiera médicos.