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La acusación no ha podido probar que el procesado recibiera ayuda, pero considera que sin apoyo externo no habría podido comprar la pistola con la que perpetró el crimen. El arma vale en el mercado negro entre 1.000 y 1.500 euros, y Bouyeri dejó de percibir su subsidio de desempleo cinco meses antes del asesinato. Lo que sí consideró demostrado el fiscal jefe de la causa, Frits van Straelen, es la orientación terrorista del asesinato. "Dicho acto fue un intento de desestabilizar las estructuras políticas, sociales y económicas de Holanda", aseguró. Luego calificó al inculpado de "persona muy peligrosa que debe ser despojada, de por vida, de su derecho al voto".
El acta completa de la acusación añade al crimen de Van Gogh el intento de asesinato de dos transeúntes y de un policía, en una refriega posterior en plena calle. Van Straelen también calificó de suficiente, para pedir cadena perpetua, el hecho de que Bouyeri obstruyera la labor de un servidor público al amenazarle de muerte. Se refería con ello a la carta dirigida a la diputada liberal de origen somalí, Ayaan Hirsi Ali, anunciándole que sería la próxima en morir. La misiva apareció clavada en el cuerpo sin vida de Van Gogh.
Dado que Mohamed Bouyeri ha negado la competencia del tribunal y ha declinado defenderse, el juicio quedó ayer visto para sentencia. Sólo cambió sus planes cuando rompió el silencio que se había autoimpuesto para dirigirle unas palabras a la madre de Theo van Gogh. "Nunca me sentí insultado por las críticas de su hijo al islam. Lo decía convencido. No era un hipócrita. Pero actué en nombre de mi religión y no siento su dolor [de madre] porque no sé lo que es perder a un hijo que ha costado tanto dolor traer al mundo", afirmó. Anneke van Gogh le había llamado "desgraciado" el pasado lunes durante la primera jornada del proceso.