Libertad de expresión |
El pasado 9 de diciembre,
el semanario privado Nichan, editado en árabe y gemelo de la polémica
revista Tel Quel, publicó un documento titulado: "Chiste: cómo
se ríen los marroquíes de la religión, el sexo y la
política". En primera página aparecía una caricatura
sonriente que confirmaba que la sociedad marroquí -mucho más
madura que la clase política, como se ha demostrado- utiliza chistes
populares para abordar tabúes relacionados con el culto, la moral,
la fe o con asuntos privados como el sexo, las relaciones de pareja, e
incluso para referirse al particular sistema político del reino
alauí. La edición del 9 al 15 de diciembre permaneció
en los quioscos durante toda la semana, hasta que las autoridades marroquíes,
presionadas por grupos islamistas de Kuwait, decidieron retirar el nuevo
número, que paradójicamente ya no contenía el censurado
informe. El tecnócrata Dris Yetu, primer ministro marroquí,
salió de su habitual silencio y, como ya hizo el socialista Abderraman
Yusufi con las publicaciones Le Journal y Demain, prohibió que se
siguiera publicando la revista. Desde la redacción de Nichan en
Casablanca se reaccionó con rapidez. Emitieron un comunicado en
el que justificaban el carácter distendido y anecdótico del
reportaje y presentaban sus excusas hacia los que se pudieran haber sentido
ofendidos por algunos de los chistes. Toda la prensa marroquí y
las organizaciones que defienden la libertad de expresión apoyaron
a Nichan, preguntándose si Marruecos sería capaz de dar otro
paso atrás, condenando una realidad que está en la calle,
que se oye a diario y que forma parte de la actual sociedad marroquí.
La petición
del fiscal, el procurador del rey --pena de tres a cinco años de
prisión "por atentar contra la religión musulmana", inhabilitación
para el periodismo para Dris Ksikes y Sanna al Aji, director y redactora
de Nichan, además de una multa de 80.000 dirhams (7.200 euros) y
el cierre de la publicación--, cayó como un jarra de agua
fría. Las exacerbadas reacciones de veteranos periodistas como Jalid
Jemai, de sindicatos de periodistas y de lectores marroquíes de
la prensa privada se multiplicaron hasta que ayer se confirmó el
peor augurio en la sentencia del tribunal de Casablanca.
Casi nadie confía
en que el recurso que presentarán Ksikes y Al Aji vaya a cambiar
las cosas. La justicia no es independiente en Marruecos y cuando se trata
de castigar a la
prensa o de dar
ejemplo podemos citar casos muy recientes --como el del periodista Ali
Lmrabet, que no puede ejercer el periodismo en su país durante diez
años, o a la "sentencia de muerte" que suponen los 270.000 euros
que tiene que pagar el semanario Journal Hebdomadaire por "difamación"
para confirmar que éste no será diferente.
Nichan, con sólo cuatro meses de vida, no estará en los quioscos durante los próximos dos meses. Por el momento, la "apertura", la "nueva era" del rey Mohamed VI no es capaz de gestionar y asumir las críticas.