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Laboratorio bajo sospecha
En el techo del laboratorio había goteras tan persistentes que el agua llegó a mojar las muestras genéticas analizadas por los científicos. Ese detalle sería una simple inconveniencia, una anécdota en cualquier laboratorio de bajo presupuesto, de no ser porque de las muestras en cuestión depende la vida o la muerte de seres humanos: contenían restos de ADN de presuntos criminales en el corredor de la muerte. Para algunos de ellos, las muestras genéticas son la única posibilidad de demostrar su inocencia y evitar la inyección letal.Un gran jurado investiga ahora el comportamiento de la unidad de investigación científica de la policía de Houston, acusada de incompetencia en el manejo de las pruebas, incapacidad para preservarlas e ineptitud para interpretarlas.
La investigación se acaba de ampliar a la fiscalía de la ciudad, que quizá conocía el escándalo y lo encubría para conseguir sentencias condenatorias en un Estado, Tejas, siempre orgulloso del peso de sus leyes y de la contundencia de sus condenas.
Los laboratorios, clausurados por orden judicial desde el pasado mes de enero, maltrataron pruebas que afectan a 1.300 casos. Al menos 17 de ellos corresponden a juicios en los que el acusado acabó condenado al corredor de la muerte. Varios laboratorios privados están analizando las muestras genéticas que todavía se conservan. Los primeros resultados son escandalosamente distintos a los que ofrecieron los científicos policiales, aunque los expertos creen que es más una cuestión de torpeza que de manipulación.
Uno de los primeros casos analizados en instalaciones privadas ha permitido demostrar que Josiah Sutton, condenado a 25 años de cárcel por violar a una mujer en 1999, no cometió realmente ese delito. Sutton está ya en la calle.
El cierre preventivo de los laboratorios policiales se ordenó a primeros de este año, cuando una investigación interna descubrió múltiples irregularidades, grandes y pequeñas. Los analistas apenas guardaban registros escritos sobre su trabajo, no tenían ningún interés por evitar la contaminación de las pruebas y, peor aún, no tenían los suficientes conocimientos científicos como para interpretar los análisis que ellos mismos realizaban.