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B-52
Juan José Millás.
El País, 2003
Una mariposa macho tiene mucha menos envergadura que un B-52, pero es capaz de recorrer decenas de kilómetros, desafiando toda clase de obstáculos, para copular con una mariposa hembra. El B-52, por su parte, recorre miles de kilómetros sin otro objeto que el de amputar los brazos a un crío de 11 años. La mariposa macho perece de amor tras la cópula, mientras que el B-52 regresa sin un rasguño al punto de partida, donde da un trago y vuelve a la carga. No sabemos cuántas mariposas revientan cuando bombardeamos un mercado árabe, pero uno de los últimos proyectiles arrancó de cuajo las alas al pequeño Alí Smain, cuyos muñones se deberían exhibir desde mañana mismo junto a esa imagen en la que los 183 diputados del PP se aplaudían a sí mismos, con una excitación sexual incomprensible, después de haber votado en bloque un sí a la guerra.

Al poco del apareamiento, el abdomen de la mariposa hembra se abre y riega el campo de huevos fecundados. Al poco del arrebato venéreo de los populares, los abdómenes de los B-52 se abrieron y comenzaron a descargar sobre las casas de adobe una lluvia de fuego. La mariposa es el sueño de la oruga como el B-52 es el sueño de Aznar. Cada gusano sueña según sus complejos y la realidad es el resultado de esos sueños. Por cierto, que una cosa envidiable de la mariposa es que puede volar durante la cópula multiplicando así el placer de todos sus sentidos. Si a usted y a mí, pobres mortales ápteros, nos parece que flotamos en el aire al follar, imagínese lo que sería salir por la ventana durante el acoplamiento y tener un orgasmo en la vertical de Bagdad o de Manhattan.

También los B-52 se aparean en pleno vuelo. Quizá lo haya visto usted en la tele y tal vez se le hayan puesto los pelos de punta, como a mí, por la precisión con la que la verga de uno de los dos pájaros metálicos penetra en la abertura húmeda del otro. Sólo que en lugar de descargar sobre él unos gramos de dulce semen, lo llena de gasóleo hasta las cejas para prolongar su vuelo criminal. En este caso, se trata de un acoplamiento incestuoso, contra natura. De hecho, se lo hacen con la nave nodriza, o sea, con la que les amamanta, que es como si se lo hicieran con su puta madre.