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No se trata ahora de determinar cuáles son las causas justas de
la guerra, esto es, las que el derecho y la buena práctica internacionales
reconocen como bastantes para justificar el empleo de las armas, sino de
examinar las que con más frecuencia la ocasionan de hecho, que son,
por lo general, muy diferentes de las primeras por los viciosos y antijurídicos
caracteres de la política internacional. Es, ante todo, conveniente
distinguir entre la causa verdadera y las que oficialmente se alegan por
cada beligerante en los libros diplomáticos de justificaciones,
notas y documentos. Estas últimas son, con frecuencia, tan desproporcionadas
y a veces tan falaces que moverían a risa si no fuera por sus terribles
consecuencias.