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Barrio basura. Viaje por los vertederos habitados de tres continentes
Patxi Irurzun.
Dominical, El Periódico, 9-3-2003 (fragmento)
Viven en covachas a miles de kilómetros, en tres continentes distintos, pero sus barrios se parecen como gotas de agua sucia. En las grandes urbes de Madagascar, Guatemala y Filipinas, como en las de otros muchos países, los basureros son un distrito más de la ciudad.
Todas las ciudades basura se parecen. Los niños mendigos que en el vertedero de Antananarivo suplican "l'argent monsieur, l'argent" [dinero, señor, dinero] podrían ser los huelepegas que se olvidan con su adicción al pegamento del que viven en el basurero de Ciudad de Guatemala. Las muñecas operadas allí, en el El bulevar del Zope centroamericano, con piernas y cabezas de otras mutilaciones, se corresponden en el basural africano con los cochecitos de juguete montados con alambre, láminas de hojalata y tapones de botellas... Los pinoys filipinos, los indígenas guatemaltecos, los malgaches, todos ellos, tienen la piel oscura, curtida por un sol de justicia que los alumbra por igual. Sus rasgos se asemejan tanto que a veces resulta dificil distinguir, ubicar en este mapamundi de la pobreza, sus rostros.

Sin embargo, Antananarivo, Madagascar (África, en suma) a pesar de todas estas similitudes, está un peldaño más abajo en la vergonzante escalera de la pobreza. La referencia la dan los zapatos o, mejor, la ausencia de ellos. Mientras que en el vertedero filipino de Payatas o en el de Ciudad de Guatemala es muy dificil ver a alguien sin calzado, en Madagascar nueve de cada diez personas caminan descalzas, incluso entre la basura. La expectativa de vida en el país es de 58 años, que se reduce considerablemente para quien trabaja y vive de los desechos.

A pesar de que su aspecto pueda parecer saludable, de que la carga constante de grandes fardos de cartón o de pilas de neumáticos viejos espante la más mínima pizca de grasa y esculpa cuerpos musculosos, su salud está expuesta desde niños, incluso desde el embarazo, a los rigores de los gases generados por los residuos (son frecuentes las malformaciones en los bebés), a enfermedades como la lepra, la tuberculosis, e incluso a afecciones que son menores en nuestro primer mundo pero se convierten en mortales en un vertedero. Y así, mientras nosotros caminamos por las inmaculadas galerías comerciales en el basurero de Antananarivo, dos niños han amanecido muertos de una simple diarrea.