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El agua contaminada se cobra al año 12 millones de vidas, mientras que la contaminación del aire provoca casi 3 millones de muertes cada añoLa mundialización ha agravado las desigualdades en los ingresos y ha intensificado la degradación del medio ambiente en el planeta. Así lo señala el último informe de la ONU sobre el estado de la población en el mundo, que desmenuza los impactos ambientales que ocasiona la superpoblación. El informe señala que, en el peor de los escenarios, la población mundial podría alcanzar los 10.900 millones de habitantes en el 2050 -ahora hay 6.100 millones de personas- si no se toman medidas para frenar aún más el aumento demográfico. Para lograr este objetivo, es fundamental asegurar el derecho a la educación y a la sanidad (incluida la salud reproductiva de las mujeres) y combatir la pobreza, que afecta a 1.200 millones de personas que viven con menos de 185 pesetas (un dólar) al día.Pobres y ricos contribuyen de manera distinta a intensificar los impactos ambientales del planeta. En los países industrializados, los patrones de consumo insostenibles tienen como secuela la contaminación, los residuos y el derroche. Por su parte, el proceso de mundialización ha llevado a muchos países en desarrollo a intensificar la explotación de recursos naturales, e incluso, dilapidarlos en su deseo de integración económica mundial. Talas a gran escala, uso desmesurado de productos químicos en la agricultura, explotación excesiva de suelos con cultivos para la exportación o agotamiento de los reservas subterráneas de agua son algunas de las consecuencias ecológicas de este cóctel de pobreza y sobrepoblación.
Riqueza y pobreza son, pues, los dos extremos que se tocan. El 20% de la población, concentrada en los países más ricos, consume el 86% de los recursos disponibles. Un niño que nazca hoy en un país industrializado consumirá y contaminará tanto como entre 30 y 50 niños del Tercer Mundo.
En el otro extremo, la mitad de la población subsiste con menos de dos dólares diarios.
Entre los 4.400 millones de personas que viven en países en vías de desarrollo, un 60% carece de servicios sanitarios básicos, un tercio no tiene acceso a agua potable y un cuarto no tiene vivienda adecuada.
El agua, el suelo y el aire sufren la presión demográfica. Unos 1.100 millones de personas carecen de agua potable en el mundo, lo que supone -y éste es el reverso de la moneda- que la contaminación de los caudales se cobra 12 millones de vidas anualmente. La necesidad de satisfacer la demanda de los 77 millones de personas que se agregan cada año a la población mundial requiere disponer adicionalmente de una cantidad de agua igual al caudal del Rin. La consecuencia es el empleo de medios insostenibles para satisfacer las necesidades, hasta el punto de que los acuíferos locales en ciudades de China, Sudamérica y Asia meridional están descendiendo a razón de un metro por año.
En muchos países, el crecimiento demográfico ha sido superior a la producción alimentaria, con lo que unos 800 millones de personas están crónicamente desnutridas, añade el informe del Fondo Mundial para la Población de la ONU. Sobreponerse a esto significa una presión excesiva sobre nuevos terrenos de cultivos en zonas marginales o condenadas a la desertificación. Por su parte, la contaminación de aire en el interior de las viviendas -hollín, estiércol, carbón- se cobra cada año 2,2 millones de vidas, mientras que la polución atmosférica causa otro medio millón de muertes.