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Todo conquistador trata de justificar su conquista para esconder o aminorar la explotación y desmanes que ejercen sobre los pueblos conquistados. Y para esto, la justificación más socorrida, es que se trata de gentes inferiores, cuyas costumbres y pensamiento, son sometidos a una crítica implacable a la par que inconsistente desde un punto de vista ético y científico.Esto, desde muy antiguo. Ya Aristóteles en su conocido y célebre libro Política, habla de pueblos bárbaros, de pueblos esclavos por naturaleza, cuyo destino no es otro que el de ser conquistados y esclavizados para que trabajen y sirvan a los griegos, derecho justo dada su superioridad racial. Y esta tesis se difunde grandemente y sirve para la expansión de Roma.
De larga vida la tal tesis, llega a América con la espada de los conquistadores y la cruz de los misioneros. Y aquí, en algunos casos, se radicaliza hasta el extremo de sostener que los indios americanos carecen de alma y no pertenecen a la especie humana. El Papa, para no amenguar la labor evangelizadora, tiene que intervenir y decir que sí tienen alma y que, por tanto, son hombres. Pablo III, en su bula Sublimis Deus -1537- tiene que declarar esto:
"Nos, que aunque indignos, ejercemos en la tierra el poder de Nuestro Señor… consideramos sin embargo que los indios son verdaderos hombres y que no solo son capaces de entender la fe católica, sino que, de acuerdo con nuestras informaciones, se hallan deseosos de recibirla."
La bula papal es urgente e imprescindible, porque es obvio que si los indios no pertenecen a la especie humana, la evangelización de sus pueblos no tiene sentido. Si para ellos no existe otra vida después de la muerte por carecer de alma, ¿para qué el esfuerzo de su cristianización?
Empero, la singular bula papal, es quizás más imperiosa y necesaria para la monarquía española. Para sus reyes es un importante instrumento de conquista, pues una religión que predica la resignación y el sometimiento, resulta un arma formidable para imponer el dominio y consolidar la colonización.
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Pero si bien la bula aludida saca de la animalidad al indígena, no por eso se libra de la inferioridad, calidad indispensable para justificar la conquista. Así el dominico Francisco de Vitoria, uno de los que sostienen que es justa causa de guerra la oposición de los bárbaros a la propagación del Evangelio, dice esto sobre los indios:
"Esos bárbaros, aunque, como se ha dicho, no sean del todo incapaces, distan, sin embargo, tan poco de los retrasados mentales que parece no son idóneos para constituir y administrar una república legítima dentro de los límites humanos y políticos. Por lo cual no tienen leyes adecuadas, ni magistrados, ni siquiera son suficientemente capaces para gobernar la familia. Hasta carecen de ciencias y artes, no sólo liberales sino también mecánicas, y de una agricultura diligente, de artesanías y de otras muchas comodidades que son hasta necesarias para la vida humana."
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Más radical y menos dubitativo es el famoso fray Ginés de Sepúlveda. En su Tratado sobre las justas causas de la guerra contra los indios no se cansa de buscar motivos para justificar el sometimiento de los indígenas americanos, para lo cual acumula sobre ellos, junto con la consabida falta de razón, una serie de vicios y defectos. Y para su condena a los que llama hombrecillos con apenas vestigios de humanidad se basa, no sólo en Aristóteles, sino en San Agustín, Santo Tomás de Aquino y algunos pasajes bíblicos. Oídle:
"Con perfecto derecho los españoles ejercen su dominio sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo e islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio y todo género de virtudes y humanos sentimientos son tan inferiores a los españoles como los niños a los adultos, las mujeres a los varones, como gentes crueles e inhumanos a muy mansos, exageradamente intemperantes a continentes y moderados, finalmente, estoy por decir cuanto los monos a los hombres (...) La justa guerra es causa de la justa esclavitud, la cual contraída por el derecho de gentes, lleva consigo la pérdida de la libertad y de los bienes.
Con estas tesis se enfrenta en 1550-1551 en la Junta de Valladolid a fray Bartolomé de las Casas, alto representante de las ideas democráticas españolas, encerradas por desgracia en esa época en los débiles círculos erasmistas, que para no ser reprimidos por la Inquisición expresan su pensamiento con extrema cautela. Su combate se fundamenta, principalmente, en el cristianismo primitivo. Y llega lejos. Al final de su vida llega a plantear que se devuelvan a los indios "los bienes robados y que los españoles abandonaran las colonias".
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Otro religioso, Betanzos -conocido enemigo de Las Casas-, propone que los indios sean repartidos preferentemente en las encomiendas, y hasta se da tiempo para viajar a Roma, a fin de conseguir de la Santa Sede una declaración que diga que los indígenas "eran incapaces de la fe, lo cual justificaría su total sometimiento al español americano". Más aun: presenta un memorial al Consejo de Indias donde dice "que los indios eran bestias, que habían pecado, que Dios los había condenado, y que debían perecer todos". De estas últimas expresiones se retracta ante notario en su lecho de muerte, retractación que para el escritor Juan Friede, no es sino una póliza cómoda y barata, habitual en esa época para no ser condenados en el juicio final. Y finalmente, para que no falte una afirmación bastante cómica, es de anotar que el jesuita Paleotti, en voluminoso libro continente de sus sermones, afirma también que los indios están eternamente condenados por ¡descender del diablo y de una hija de Noé!
Otro religioso, el dominico Tomás Ortiz, envía al Consejo de Indias una larguísima diatriba contra los indios caribes, donde constan los dos pequeños párrafos que copiamos a continuación:
"Los hombres de tierra firme de Indias comen carne humana, y son sodomíticos más que ninguna otra generación. Ninguna justicia hay entre ellos, andan desnudos, no tienen amor ni vergüenza, son como asnos, abobados, alocados, insensatos; no tienen en nada matarse ni matar…"
"Cuando más crecen se hacen peores; hasta los diez o doce años parecen que han de salir con alguna crianza; pero de allí en adelante se vuelven como brutos animales; en fin, digo que nunca crió Dios tan cocida gente en vicios y bestialidades, sin mezcla de bondad o cortesía."
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Y todo esto, con una finalidad concreta: demostrar la inferioridad del indio y conseguir su esclavización como lógica consecuencia. Y por desgracia, el Consejo de Indias y el emperador, dan oídos a la cruel petición y esos indios son convertidos en esclavos. Sólo después de algunos años es derogada esa disposición.
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