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El imán que salvó a los judíos
Eusebio Val
. La Vanguardia, 23/03/2021
En la Francia actual, aún traumatizada por la ola de atentados yihadistas de los últimos años, es imprescindible que se conozcan estas bellas historias de hermandad entre religiones, nada menos que entre musulmanes y judíos. El Ayuntamiento de París aprobó hace poco por unanimidad dedicar una calle a Abdelkader Mesli, uno de los imanes de la Gran Mezquita de la capital francesa durante la Segunda Guerra Mundial, que contribuyó a salvar a centenares de familias hebreas.

"Es un gran honor para él y me causa mucha emoción", explica a La Vanguardia Mohamed Mesli, hijo de Abdelkader, desde su casa en Bobigny, un suburbio popular al noreste de París. "Es muy importante que estas historias no caigan en el olvido, que se transmitan, porque son vidas extraordinarias de gente muy humilde que nunca reclamó nada", prosigue este funcionario jubilado, que perdió a su padre en 1961, siendo aún niño. El hijo del imán visita a veces escuelas para narrar las peripecias de su padre. Es un ejercicio de memoria histórica, pedagógico. Lo ve como un "antídoto" muy necesario en este momento, "sobre todo por el ascenso de la extrema derecha".

Hace diez años, medio siglo después del fallecimiento de su progenitor, Mohamed encontró por casualidad, en el cajón de un escritorio, centenares de documentos que probaban esa heroica doble vida durante la ocupación nazi de Francia. La familia solo tenía una vaga idea porque el viejo imán, como tantos que sufrieron la guerra, apenas hablaba del doloroso pasado.

Abdelkader Mesli, nacido cerca de Orán (norte de Argelia) en 1902, había llegado a Marsella a los 17 años. Trabajó en el puerto y luego desempeñó otros oficios, como carpintero, vendedor y minero en Bélgica. Años después, ya instalado en París, pasó a ser uno de los cuatro imanes de la Gran Mezquita, el templo que Francia sufragó en agradecimiento al papel de las tropas coloniales -los tirailleurs - durante la Primera Guerra Mundial.

Después de la ocupación de París por el ejército hitleriano, en junio de 1940, la Gran Mezquita, dirigida por Si Kaddour Benghabrit, ya empezó a prestar ayuda a familias judías amenazadas por la deportación. Mesli fue una de las personas más significadas en esta tarea. La función de imán no estaba remunerada. La compaginaba con el de vendedor. El método para salvar a las familias hebreas era facilitarles falsos certificados de religión musulmana que les permitieran huir.

Ante las sospechas de las autoridades nazis y a modo preventivo, Mesli fue trasladado por su superior a Burdeos, en febrero de 1943. Allí continuó su heroica doble vida. El clérigo se afilió a la Organización de Resistencia del Ejército (ORA), uno de los grupos clandestinos. También ayudó a evadirse a prisioneros musulmanes. Pero finalmente la Gestapo debió recibir un chivatazo y lo detuvo, junto a un colaborador, el 5 de julio de 1944, cuando ambos estaban en un restaurante. Fueron torturados -sin que les arrancaran nombres de miembros de la resistencia- y encarcelados.

Lo que siguió fue una dramática odisea que el historiador alemán Gerhard Bökel documentó hace unos años en un libro. Mesli fue metido en uno de los vagones de ganado -"8 caballos, 70 personas", decía el letrero- que se usaban para transportar prisioneros y candidatos a las cámaras de gas. Después de un periplo infernal de 19 días, interrumpido por bombardeos aliados -los pilotos no sabían distinguir si eran trenes de mercancías o de prisioneros-, sabotajes en la línea férrea y otros obstáculos, los 536 supervivientes del tren -sobre más de 700 al partir- llegaron al campo de concentración de Dachau. A Mesli le asignaron el número 94.020. De Dachau lo trasladaron a Mauthausen, en Austria, donde estuvo hasta la liberación, en mayo de 1945.

Mesli regresó a Francia con la salud muy deteriorada por el cruel cautiverio y las enfermedades sufridas, pero con ánimos para recuperar su vida. Se casó con Aïscha y la pareja tuvo dos hijos, Yamina y Mohamed. Hasta su muerte, en 1961, a los 59 años, Mesli trabajó como imán en Bobigny. Se encargaba de atender a los enfermos del hospital franco-musulmán y del cementerio y mezquita que lo flanquean. En ese mismo camposanto está enterrado. Aún debe decidirse qué calle de París llevará su nombre. La inauguración será en septiembre. Se cerrará así un círculo y se rendirá tributo a un heroísmo descubierto por azar que hubiera podido quedar anónimo para siempre, encerrado en un cajón o tirado a la basura.