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Ruanda, 6 de abril de 1994. El presidente Juvénal Habyarimana, de etnia hutu, muere después de que el avión presidencial en el que viajaba con su homólogo de Burundi fuera alcanzado por un misil, presumiblemente lanzado por rebeldes tutsis, liderados por el ahora presidente Paul Kagamé. La muerte de Habyarimana se convirtió en el detonante del genocidio de Ruanda. Cien días de sangre y machetes que acabaron con la vida de casi un millón de personas y en los que la comunidad internacional apenas actuó para contener la masacre, como denunció posteriormente Roméo Dallaire, comandante de las fuerzas de la UNAMIR, la Misión de Paz presente en ese momento.Ruanda, 7 de abril de 1994. Comienza el genocidio. Miles de tutsis buscaban refugio huyendo de un destino fatal. Colegios, hospitales e iglesias se convirtieron en improvisadas fortalezas, aunque también en auténticas pesadillas. Algunos de los lugares santos se convirtieron en una ratonera y muchas personas que habían acudido a las iglesias en busca de refugio murieron a manos de sacerdotes, clérigos y monjas.
Los testimonios de los supervivientes y varios informes posteriores al genocidio han asegurado que la iglesia en Ruanda ofreció un "apoyo indispensable" al régimen hutu, y describen el papel de los líderes locales en el genocidio como "escandaloso" al no tomar una posición moral en contra. Pese a las reiteradas peticiones por parte del actual Gobierno y los supervivientes a lo largo de todos estos años, la iglesia católica de Ruanda ha tardado dos décadas en asumir su papel de cómplice de los soldados hutus durante el genocidio.
Este domingo, la iglesia ruandesa reconoció que sus miembros "planificaron, ayudaron y ejecutaron" durante el genocidio, y se lamentó por las acciones de quienes participaron en las masacres. "Pedimos disculpas por todos los males que la iglesia cometió y nos disculpamos en nombre de todos los cristianos por todas las formas de injusticia que cometimos. Lamentamos que los miembros de la iglesia violaran su juramento de obediencia a los mandamientos de Dios", expone el comunicado que fue leído en varias parroquias a los largo de todo el país.
Según el obispo Phillipe Rukamba, portavoz de la Iglesia Católica en Ruanda, esta declaración había sido programada para coincidir con el final del Santo Año de la Misericordia, declarado por el Papa Francisco para alentar a la reconciliación y al perdón tanto en su iglesia como en el mundo. "Perdónanos por el crimen de odio en el país hasta el punto de odiar a nuestros colegas por su origen étnico, y por matarnos en lugar de mostrar que somos una familia", reza la liturgia.
Aunque esta disculpa es un gran paso para la reconciliación nacional, hay organizaciones de derechos humanos que opinan que no se ha hecho el trabajo que se debería haber hecho para juzgar a los responsables.
La Federación Internacional de Derechos Humanos (FIDH) expresaba su "profunda decepción" a principios de octubre cuando se desestimó el caso contra Wenceslas Munyeshyaka, un sacerdote ruandés que estaba siendo juzgado por la Justicia francesa desde 1995 por su presunta participación en el genocidio de tutsis en Ruanda. Munyeshyaka fue acusado de genocidio, crímenes contra la humanidad, actos de tortura y actos bárbaros y su caso era el más antiguo en relación con el genocidio ante los tribunales franceses. En 2005, el Tribunal Penal Internacional para Ruanda de la ONU emitió cargos en su contra y ese mismo año un tribunal militar de Ruanda le condenó en ausencia a cadena perpetua por genocidio.
Pese a la crueldad y el horrible episodio que vivió Ruanda en la década de los 90, el país no ha negado su Historia y las heridas y el horror sufridos no han sido olvidados. En la capital, Kigali, escenario de gran parte de las masacres, el museo Kigali Genocide Memorial Centre recoge datos, recortes de prensa, testimonios de los supervivientes y todo tipo de pruebas que ofrecen al visitante un completo dosier sobre el genocidio. Más de 800.000 personas, entre la minoría tutsi y los ciudadanos hutus que se oponían a la masacre, fueron brutalmente asesinados en 1994.