Grup d'educació
Derechos de
las mujeres
> Otros textos
"Ser prostituta no es algo que se elija con libertad"
Sonia Sánchez ha vivido en el infierno. Ha mirado de frente a la inhumanidad que habita en quienes viven de la explotación ajena. Pero lo más complicado, dice, fue enfrentarse a sus propios ojos en el espejo el día que decidió salir de la prostitución: "Fue la noche más larga y más oscura de mi vida, pero también la más liberadora. Ese día me lloré. Lloré a esa adolescente llena de ilusiones a la que hicieron mierda. Lloré a esa Sonia que revolvía la basura para comer. A esa Sonia violada, manoseada, golpeada y traficada. Esa noche me quedé frente al espejo y no vi a la niña alegre que emigró buscando trabajo para progresar. Yo vi a la puta. Me miré y me dije: ¡Puta! Fue el momento en el que empecé a nombrar a las cosas por su verdadero nombre, aun incómoda y dolida. Esa noche supe que tenía que salir a buscar trabajo a la mañana siguiente. Pero a una esquina, nunca más".Fue también la primera vez en muchos años que Sánchez lloraba. "Cuando te hacen la puta de todos no tienes tiempo para llorar, a pesar de ser violada anal, vaginal, bucal y emocionalmente. Solo tienes tiempo para sobrevivir", cuenta. Estuvo horas en shock emocional tras ser consciente de la tortura a la que había estado sometida durante siete años. El mismo shock que experimentó el primer día que fue prostituida, con 16 años. Como muchas adolescentes de origen humilde en Argentina, Sonia Sánchez abandonó la provincia de Chaco, donde se crio entre cosechas de algodón, para trabajar en Buenos Aires como empleada doméstica. Al tiempo la despidieron por quejarse de sus condiciones y acabó sola en una ciudad de más de 15 millones de habitantes que la abocó a vivir en la calle.
"Sobreviví varios meses en la Plaza Misere. Ahí aprendí a revolver la basura para comer. En esa plaza se me cortó la menstruación. Por la noche estaba despierta y de día dormía en un tren que iba de una punta a otra de la ciudad. Pasé Navidad y Año Nuevo en esa soledad. Hasta que un día el frío, el miedo y el hambre hicieron una implosión en mí y me animé a acercarme a una de las prostitutas", relata la argentina de 59 años. Esa mujer le dio unas monedas para que se comprase jabón y algo para comer. Así lo hizo y, al volver, Sánchez formuló la que dice que fue su "primera pregunta estúpida":
Ni siquiera entonces Sánchez sabía muy bien lo que era la prostitución. Hizo caso a esa mujer, y se sentó. El resto vino solo. "No sé cuántas horas me violaron. Si estuve un turno, tres o 24 horas. Todavía hay cosas que no recuerdo de los primeros tiempos, porque en el primer momento en el que te paran en una esquina o te encierran en un prostíbulo, vos te adormeces para sobrevivir en ese campo de concentración a cielo abierto que es la prostitución", afirma. Eso sí, recuerda como si fuera hoy a ese primer putero, a ese "primer torturador prostituyente", como dice ella, porque asegura "lo que hacen con nuestros cuerpos es tortura física, psíquica, emocional y económica. Cuando un hombre se va de putas descarga en ellas todo su odio contra las mujeres". También a los que vinieron después: "Pero a pesar de los centenares de torturadores prostituyentes que reforzaron la identidad de puta a través de las violaciones, siempre busqué la salida. Porque ser puta no se elige con libertad".
De eso hace ya décadas, pero en los ojos de Sonia Sánchez asoma todavía la impotencia con la que sobrevivió durante los siete años en los que fue explotada sexualmente y traficada en su propio país. Habla con la fortaleza y la dureza de quien ya ha reposado esa época oscura, pero con la rabia que deja en el cuerpo, en el alma, ser una víctima para el resto de tu vida. La misma que la empujó a dedicarse al activismo contra la prostitución apenas cuatro años después de conseguir salir de ese infierno. "Amo mi rabia. Me ayudó a despertar la desobediencia que hay en mí. Cuando doy talleres en las escuelas, cuando hago conferencias, pongo todo mi dolor ahí", asegura. Así lo hace en esta entrevista, y así lo hará también en los actos organizados para este 25 de noviembre, Día Mundial de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, arropada por la Comisión para la Investigación de Malos Tratos.
Para Sánchez, no se puede hablar de prostitución sin abordar el tema de la migración. Según un informe de Médicos del Mundo, casi el 80% de las de las 350.000 mujeres que se estimó están en situación de prostitución en España son extranjeras en situación irregular. Tampoco hay que pasar por alto la cantidad de dinero que mueve la explotación sexual: casi cinco millones de euros al día solo en España, aunque la cifra es probablemente mucho más elevada por la economía sumergida que prima en este ámbito. "Las que son prostituidas no son ricas, y hemos producido mucho dinero. Los únicos que se enriquecen son los proxenetas y los gobiernos que no hacen nada por prevenir esto. Pero las putas mueren pobres y putas", asevera.
Todo ello mantenido por una tolerancia generalizada hacia la prostitución. Una especie de ignorancia consciente hacia una realidad incómoda. "Si esa puta no es tu hija, tu nieta, tu hermana o tu madre ¿a quién le importa una puta?", cuestiona Sánchez.
Ante esa ausencia de medidas, para la activista es crucial reforzar un pilar que considera clave para cambiar la concepción de la sociedad respecto a las violencias sexuales: la educación sexual. "Cuando voy a las escuelas a dar charlas, les explico sin maquillaje lo que debe hacer una puta cada vez que un torturador prostituyente la introduce en una habitación. Dentro de la prostitución hay diferentes violaciones con diferentes nombres, y con diferentes precios. Y cuanto más profunda la violación, más alto el precio", cuenta.
A sus 59 años, dice, no ha habido ningún adolescente que le haya contestado bien, de primeras, "qué es hacer el amor". "Nos están educando para ser violentos. Y ahí está la pornografía, que es la educación sexual para nuestras hijas e hijos. Y lo perverso es que enseña a los varones, a nuestros hijos, nietos, bisnietos y hermanos, a ser futuros prostituyentes y futuros feminicidas. Y a nuestras hijas, nietas y bisnietas a tolerar lo intolerable".
Como superviviente, recuperarse de todo lo sufrido lleva años, aunque la cicatriz es permanente. "Primero tienes que recuperar tu cuerpo, que es expropiado dentro de la prostitución. A mí me llevó largas duchas y muchas lágrimas hasta que pude mirar mi cuerpo desnudo por primera vez. La puta siempre está desnuda, pero rechazas mirarte. Entonces, recuperar tu cuerpo es mirarte y aceptarlo", afirma. Pero el verdadero cambio, cuenta, llegó cuando aprendió a quererse: "Cuando aprendí a abrazarme, a acariciarme, a habitarme, es cuando empecé a ser esta militante que soy hoy. Todavía no estoy sana, han pasado casi cuarenta años, y no he terminado mi proceso de reconstrucción como sujeto de derechos. Pero desde ese momento no permito un solo grito".
A una mujer prostituida, Sánchez le diría que no está sola y que busque ayuda. "Si no puedes hacer la denuncia, nosotras la haremos por vos. Busca organizaciones que luchan contra la prostitución y la trata. El silencio, hermana, el silencio en nuestras vidas no es salud. Nuestra venganza es ser felices".