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«Los golpes deben ser suaves y no desfigurar su cara. (El marido) debe pegar (a la mujer) donde no deje marcas». Con estas instrucciones precisas explicaba recientemente el clérigo saudí Mohamed al Arifi en el canal de televisión libanés LBC cómo castigar a una esposa rebelde según el islam. Al Arifi no es el único. El rector de la Universidad de Al Azhar, la principal institución suní del mundo, puntualizaba, en otra intervención televisada, que «más que pegarles, es empujarles, pincharles». Ahmed al Tayyib recordaba a los telespectadores de Nile News TV que, según el Corán, «pegar a la esposa forma parte del programa para reformar a la mujer: primero se le amonesta, luego se duerme en camas separadas y finalmente se les pega».Si en 2004 el imán de Fuengirola era condenado a más de un año de prisión por publicar un libro en el que se incitaba a pegar a las mujeres, en la televisión por satélite árabe este tipo de declaraciones se hace con una ligereza pasmosa. Los casos son aislados, pero las autoridades hacen oídos sordos a las enseñanzas de este tipo de telepredicadores, que han proliferado en los últimos años y que han comenzado a preocupar a las organizaciones de derechos humanos.
«El problema no es exclusivo del mundo árabe, ya que en todos los países existe violencia contra las mujeres», recuerda Hoda Badram, presidenta de la organización egipcia Alianza para las Mujeres Árabes. «Sin embargo, algunos líderes religiosos interpretan literalmente el Corán y lo utilizan para discriminar a las mujeres», critica. Desde la organización que dirige, con sede en El Cairo, Badram organiza conferencias y seminarios en universidades para educar «a hombres y a mujeres» en el respeto a la mujer. Parte de su esfuerzo se dedica a derribar los mitos sobre el papel de la mujer musulmana que algunos clérigos se esfuerzan por alimentar. La tarea es ardua.
«Alá creó a las mujeres con esos cuerpos delicados, frágiles y suaves porque usan sus emociones más que sus cuerpos», prosigue Al Arifi en su intervención en la LBC. «Por lo tanto, mientras que el hombre suele usar los golpes para disciplinar a su mujer, ella suele usar las lágrimas para disciplinarlo a él», explica. En el programa, Al Arifi habla a tres jóvenes musulmanes que contestan obedientes a sus preguntas. Tras explicarles que lo primero que se debe hacer es amonestar a la esposa «una, dos, tres, cuatro o diez veces», el clérigo sugiere que el marido se niegue a compartir la cama con la mujer y que no le dirija la palabra. «Si ninguno de estos métodos funciona, ¿cuál es la tercera opción?», pregunta a sus invitados. «Pegarles», responde uno de ellos, aunque matiza que «suavemente».
En Bahrein TV, el jeque Juma Tawfic Juma puntualiza: «El marido no debe comportarse como si estuviera en un club de kárate o de boxeo con su esposa». Y recuerda que no debe romper sus huesos o hacer que sangre. «Algunos dicen que pegar es poco civilizado. Yo les digo que aparece en el Corán. Las palizas son indispensables».
Badran opina que el problema está extendido, «como en muchos países», pero que en el mundo árabe «es muy difícil conseguir que la mujer denuncie este tipo de violencia». La dificultad de probar el maltrato físico se une en este caso al pudor de las féminas. «Para una mujer egipcia es muy difícil entrar en una comisaría llena de hombres y mostrar las heridas o moratones, que suelen estar en zonas íntimas», explica.
Su organización está intentando atacar este problema de raíz: «Necesitamos más mujeres policías, para que las que han sido maltratadas no tengan reparos en ir a una comisaría».