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La filósofa argentina Diana Maffía resume así su magistral ponencia en el seminario Género y lenguaje sexista, realizado en el municipio de Rosario, Argentina. La experta se detuvo en el peligroso sexismo semántico de las palabras más que en la mera sintaxis. De muestra, un botón: la connotación masculina de "zorro" está muy lejos de su versión femenina. Vale preguntarse por qué.
(Mujereshoy) El lenguaje crea realidad. No hay discusión y Diana Maffía lo sabe muy bien. La filósofa argentina –que fue Defensora del Pueblo Adjunta de Buenos Aires– dejó en claro durante su ponencia, que más allá del lugar común del "sexismo en el lenguaje", la discusión debe orientarse hacia las relaciones de poder que generan las palabras y el mundo del lenguaje.Y en ese sentido, fue tajante: "la Real Academia Española es una especie de tribunal de la inquisición de la lengua", señaló la experta en el Seminario "Género y lenguaje sexista" que forma parte del Ciclo de Actividades Culturales organizadas en relación con el III Congreso de la Lengua Española.
Maffía dijo que a lo largo de la historia, en ámbitos y construcciones sociales como la iglesia, la ciencia, la historia, la filosofía y el derecho, "los hombres se enuncian pero las mujeres somos dichas, no somos sujetos de enunciación". Y para revertir esta realidad, no bastaría "apoderarse" del lenguaje o las palabras, por ejemplo forzando el vocablo para "feminizarlo" como muchas veces se ha planteado en discusiones sobre cargos de poder: "General o Generala".
Para Maffía, el tema es mucho más complejo porque representa una construcción social histórica, en cierta forma, algo así como el reflejo lingüístico de las sociedades. Por eso, la filósofa consideró que habría que ir "más allá de la cuestión del sexismo, para establecer alianzas con otros grupos vulnerables. Hay varones que quedan fuera de ese varón hegemónico que es sujeto de la lengua", afirmó aludiendo al concepto de androcentrismo.
También hizo una genealogía de los hombres que se apropiaron del discurso desde el origen de la sociedad occidental. No sólo eran hombres, sino también propietarios, blancos y capaces. "El lenguaje es una herramienta sumamente masculinizada porque las mujeres no hemos tenido la palabra. Y es pertinente considerar al lenguaje como un lugar que expresa, construye y refuerza relaciones de poder", agregó.
Por ello, no basta con sólo intentar apoderarse de la palabra porque "se obtiene de instituciones misóginas", afirmó, para analizar el funcionamiento de esta jerarquía en tres dimensiones, donde la semántica y la sintaxis son fundamentales.
A juicio de la filósofa argentina, el idioma español tiene un sesgo sexista particularmente fácil de detectar, pero difícil de erradicar. Por ello, dijo, no basta con neutralizar lo masculino a través de la sintaxis que no es menor porque "una mujer nunca sabe si está incluida o no cuando se habla en masculino. De ese sistemático desplazamiento, los varones se ven liberados".
Maffíaa fue más allá al indicar que el lenguaje, en su dimensión semántica, también hace profesión de fe masculina. "Este aspecto es importantísimo, porque allí se establece la relación de verdad, que es básica para analizar el tema de la autoridad y el poder".
En esta dimensión, recorrió los sentidos diferentes que las mismas palabras tienen en femenino y masculino. Hombre y mujer pública, zorro y zorra fueron algunos de los términos enumerados, siempre en un contexto histórico que permitió a muchas mujeres de centros comunitarios y organizaciones sociales de la ciudad conceptualizar una sensación bien conocida: por qué el lugar de lo femenino está tan bastardeado, no sólo en el lenguaje.
"El discurso no es inocente, encubre los vínculos de poder", afirmó la filósofa, quien analizó así cómo la violencia doméstica fue recluida al terreno de lo privado, ya que las mujeres fueron confinadas durante siglos en ese espacio, reservándose lo público para los hombres.
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