Derechos de las mujeres | > Otros textos |
La historia de Jenifer es la de miles de africanas que cada año llegan a Europa engañadas por las redes de traficantes de seres humanos. Su caso confirma hasta qué punto son ciertas la amenazas que los proxenetas ejercen sobre estas mujeres si intentan escapar o alejarse de la organización sin pagar la deuda que han contraído con los explotadores. Desde Nigeria, Jenifer viajó hasta Barcelona y fue obligada a ejercer la prostitución. Cuatro años después, y tras haber logrado librarse de sus captores y denunciar las amenazas y vejaciones que sufría, su padre fue tiroteado en una carretera de su país cercana al poblado en el que vive su familia. Él murió y ahora Jenifer, que vive tutelada en un piso de seguridad de Barcelona, apenas habla y solo llora desbordada por el miedo y por un doloroso sentimiento de culpa.Jenifer llegó a Barcelona en el 2004. Apenas tenía 16 años. Nada más aterrizar le arrebataron el pasaporte y le comunicaron que había contraído una deuda de 50.000 euros que pagaría ejerciendo la prostitución. En el 2005, una operación de la Ucrif (la unidad contra las redes de inmigración y falsedades documentales) del Cuerpo Nacional de Policía de Barcelona logró detener a dos individuos acusados de explotar a varias mujeres, entre ellas a Jenifer, que en ese momento tenía 17 años. La joven ingresó en un centro bajo la tutela de la Direcció General d'Atenció a la Infancia i a la Adolescència (DGAIA), pero aterrorizada se negó a declarar contra sus explotadores ante el juez.
Rehizo su vida. Consiguió dejar la prostitución y ganarse la vida como peluquera. La DGAIA le concedió plaza en un uno de sus pisos tutelados. Todo iba bien hasta finales del año pasado, cuando sus dos explotadores, de nuevo en libertad, la localizaron y le recordaron que la deuda continuaba pendiente. Tras la primera visita, Jenifer aguantó tres meses de vejaciones, amenazas y agresiones. Le volvieron a robar la documentación, le cortaron las uñas y mechones de pelo para practicar magia negra. La fotografiaron desnuda y le advirtieron de que su familia estaba en peligro. Cuando ya no pudo más, en marzo, se armó de valor y denunció los hechos en una comisaría de los Mossos. Los agentes detuvieron a los dos explotadores, pero quedaron en libertad con un orden de no acercarse a la víctima.Días después, el padre de Jenifer moría tiroteado en Nigeria. El caso en España volvía a estar en manos del CNP por decisión del primer juez que instruyó la investigación, en el 2005. La policía en Lagos detuvo a los autores del asesinato, y en Barcelona, el CNP arrestó de nuevo a los dos explotadores acusados de instigar el crimen. Están en prisión incondicional.