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Es mediodía en la ciudad india de Vrindavan y cientos de mujeres hacen un paréntesis en sus oraciones para ir a comer. Unas pocas tienen la cabeza rapada, muchas van de blanco y casi todas tienen la frente marcada con líneas verticales blancas. Son señales que, en la India más tradicional, dejan clara su condición de viudas.La mayoría de las que están aquí buscaron refugio en Vrindavan al ser rechazadas por sus familias y vecinos tras la muerte de sus esposos. Sobrevivir al marido es algo que aún se arrastra como una losa en algunos rincones de la India más conservadora, donde una viuda pierde el respeto social del que gozaba cuando tenía un hombre.
En esta ciudad, a unas tres horas de Nueva Delhi, hay decenas de ashrams, albergues religiosos donde pueden obtener techo y comida. En muchos de ellos la caridad la obtienen a cambio de un singular precio: deben realizar cánticos religiosos durante varias horas al día ante un altar. Tras el ritual de los cantos, se les entrega una ficha con la que pueden ir a reclamar un plato de comida.
Asha es una de las viudas que está en el ashram de Sri Bagwan Bhajan, en una callejuela no muy lejos del centro de la ciudad. Procede, como muchas de sus compañeras, de la región de Bengala. Aparenta unos 50 años y está entre las más jóvenes del lugar. Explica, en un hindi entrecortado mezclado con bengalí, que llegó a Vrindavan en un tren al que subió sin billete ni dinero. Tras la muerte de su marido, hace tres años, su familia política no quiso saber nada de ella, así que decidió dejar su casa. ¿ Y por qué eligió esta ciudad?. "Sabía que las viudas vienen a Vrindavan", dice simplemente, mientras espera a que le llegue su turno para obtener la ración que le toca por haber cumplido sus horas de rezo: un poco de arroz, un cucharón de lentejas, verduras y un dulce como postre.Vrindavan es considerada una localidad sagrada porque, según la tradición hindú, aquí creció el dios Krishna. Se calcula que en la ciudad -de unos 60.000 habitantes- y sus alrededores hay entre 13.000 y 16.000 viudas, según distintas oenegés.
No todas están en ashrams: muchas viven de la mendicidad y duermen en las calles. Las que tienen suerte están en ashrams en los que los rezos son secundarios y las condiciones mejores. En las afueras de la ciudad se levanta el de Amar Bari (Nuestro Hogar), creado por la oenegé Guild for Service. Aquí viven unas 200 mujeres, la gran mayoría viudas, pero también algunas divorciadas o víctimas de malos tratos. Casi todas visten con saris coloridos y no llevan señales de luto. "Lo del sari blanco es cosa del siglo XVIII", dice, categórico, Lalit Sharma, uno de los responsables de este ashram en el que se ofrece techo, comida y formación sin necesidad de cánticos a cambio. "Entre la gente con acceso a la educación, las viudas son cuidadas y respetadas. Pero, por desgracia, todavía hay fanáticos iletrados que piensan que son mujeres profanas", afirma. Entre estos sectores, añade,"si el marido muere primero la mujer queda excluida de la sociedad".
Mientras Sharma habla, entra a la habitación una mujer de unos 70 años con varias zanahorias recién sacadas de la tierra. Las lava y las ofrece con una sonrisa. "Su marido y ella cultivaban el campo. Cuando él murió, su familia política la trajo aquí y la abandonó. Tenemos un pequeño huerto y ella se ocupa de cultivarlo", explica el responsable. En Amar Bari promueven que las viudas realicen actividades con las que obtengan alguna ganancia para ellas, como la venta de verduras o artesanía. Sin embargo, por ahora el ashram de Guild for Service es una excepción: la mayoría de las viudas que llegan sin recursos a esta ciudad pasan los días rezando, mendigando y esperando la muerte.
Hace cuatro años, el fotógrafo neoyorquino Fazal Sheikh hizo un reportaje sobre las viudas de Vrindavan que ganó el Gran Premio Internacional Henri Cartier-Bresson. En él preguntaba a estas mujeres con qué soñaban por las noches. Algunas afirmaban que con el dios Krishna; otras, con sus lugares de origen; y muchas otras coincidían en que quienes se les aparecían en sueños eran sus maridos, que les reprochaban el haberles abandonado en la muerte. En la India hay cerca de 34 millones de viudas, según datos oficiales, y muchas desconocen las ayudas que les puede ofrecer el Gobierno.