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Las mujeres que se prostituyen pueden sufrir patologías similares a las de un soldado que ha entrado en combate
Prostituirse es comparable, a efectos psicológicos, a entrar en combate contra tropas enemigas. Las personas que ejercen la prostitución sufren un índice de estrés postraumático igual o superior al que registran los soldados que han estado en la guerra. "El solo hecho de dejar que un desconocido penetre en tu cuerpo causa un estrés importante; si a eso se añade la experiencia de haber sido maltratada o insultada en este contexto, las posibilidades de reproducir muchas de esas sensaciones de pánico y sobresalto cada vez que la prostituta se encuentra con un nuevo cliente son muy elevadas", indica Consuelo Barea, médico y psicoterapeuta, especialista en el maltrato psicológico de la mujer.El periódico danés Urban recogía recientemente una opinjón similar de la psicóloga Birgitte Lieberkind. Según esta especialista en mujeres que tratan de salir de la prostitución, el mero hecho de no saber si el cliente será violento ya supone gran estrés. Estudios internacionales demuestran que dos tercios de las prostitutas de calle sufren PTSD (siglas en inglés del desorden por estrés postraumático) y la mayoría, problemas derivados de esa explotación: sólo se libran de una enfermedad de transmisión sexual un 15%, y prevalece el carcinoma de cuello uterino.
"Hay una gran hipocresía al abordar el tema sanitario en la regulación de la prostitución - dice Barea-: cuando un sanitario detecta una enfermedad de transmisión sexual hay que avisar a los posibles contagiados, pero, ¿se hará con los clientes de las prostitutas? Dicen que se las tratará de las secuelas psicológicas, pero será difícil solventar su pánico en cada acto de su oficio, pues conlleva una violencia sexista brutal; es increíble lo que tragan esas mujeres".
El estrés postraumático puede aparecer tras experiencias de guerra, torturas, desastres, accidentes, ataques terroristas o la pérdida de un ser querido. Cuando una prostituta ha sufrido una o dos situaciones de maltrato puede sufrir el transtorno: tener flashbacks,revivir la pesadilla. Otros síntomas incluyen la dificultad de concentración y la irritabilidad. Además, las prostitutas comparten el síndrome de Estocolmo con las mujeres maltratadas, los niños abusados, los soldados en manos de tropas enemigas y quienes han estado en campos de concentración.
"Para que se dé el síndrome deben producirse las cuatro a:una amenaza, alguna amabilidad, el aislamiento y el aprendizaje de que no hay escape del terror", explica Barea, autora de Manual para mujeres maltratadas que quieren dejar de serlo."La mayoría de las prostitutas se inician con métodos violentos por parte de su chulo y muchas han sido víctimas de abusos en su infancia, casi siempre por parte de un familiar", dice Barea.
El consumidor de prostitución no sólo busca sexo, también dominio, abuso de poder... incluso las escasas prostitutas vocacionales acaban en una casa de reposo si siguen unos cuantos años en la profesión, asegura Barea: "Sacarlas de la calle no es la solución, a juzgar por experiencias de países con sistema reglamentarista: sigue habiendo igual o mayor maltrato y se fomenta el tráfico. En Alemania se espera que lleven 40.000 mujeres para cubrir las necesidades sexuales durante el Mundial de fútbol; no puede extrañarnos que los hombres de nuestra sociedad consideren a la mujer un bien de consumo. En ese país una mujer perdió el paro por no aceptar un trabajo de camarera que implicaba prostituirse". En Alemania se la considera una actividad laboral y toda menor de 55 años que lleve más de un año en paro está obligada a aceptar cualquier trabajo...
"La prostitución no es una profesión ni un oficio, es la última esclavitud que queda en Occidente", afirma la psicóloga y ex profesora de Psicología Diferencial Victòria Sau. "Su principal problema es la dependencia: el cliente paga, es amo de la situación; la prostituta ni siquiera es capaz de pensarse, su autoestima es inexistente. Y es maltratada por partida doble, pues cuando aparece asesinada no lo llamamos violencia sexista".