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Un estudio revela que el lenguaje aún sitúa al hombre en el centro del pensamiento. La filóloga Eulàlia Lledó, autora del estudio editado por el Institut Català de la Dona, admite que la prensa ha mejorado en la valoración de la mujer
A saber en qué estarían pensando los (y las) miembros de la Real Academia de la Lengua Española cuando, sin sucumbir por una vez al principio de economía del lenguaje que determina que lo femenino se sobreentiende dentro de lo masculino, hicieron clara referencia a ambos sexos al definir la palabra abdomen en su acepción de adiposidad y gordura. Mientras que en muchos otros casos el diccionario sólo se refiere genéricamente al hombre, en ésta acepción concreta cita el "vientre del hombre o de la mujer, en especial cuando es prominente".Este ejemplo, y otros referidos a características estéticas del cuerpo humano, demuestran, al menos, que cuando se piensa en ellas, las mujeres acaban apareciendo con claridad en el discurso y que la palabra hombre no siempre incluye a todo el género humano.
La filóloga Eulàlia Lledó reflexiona sobre éste y otros aspectos en De llengua, diferència i context, tercer volumen de la colección de cuadernos que edita el Institut Català de la Dona. Lledó analiza el cómo y el porqué del uso androcéntrico y sexista de la lengua. Para empezar, aclara, la lengua no es culpable de nada: no es sexista ni racista ni contiene en su esencia ningún sesgo ideológico, sino que "radiografía con precisión lo que se piensa". "Es muy práctica - añade-, pues sólo escuchando a una persona sabemos de qué pie calza". "No hay peor trampa - apunta- que la que dice que todo se reduce a una simple cuestión de lengua; no es la lengua la que expulsa a las mujeres".
Profesora de secundaria en Barcelona y colaboradora de la Universitat Rovira i Virgili, Lledó lleva años dedicada a este análisis, estudiando noticias de prensa - especialmente las de malos tratos-, denominaciones de oficios, el discurso académico y el administrativo. Ahora se dedica a analizar el cambio lingüístico que se está produciendo: "Se ve cómo la prensa corre paralela a la valoración de las mujeres en el mundo; el cambio se verá no en el mal uso, sino en el buen uso de la lengua", se congratula.
Lledó - colaboradora también en la revisión del Diccionari general de la llengua catalana de l´Institut d´Estudis Catalans y en la revisión del Diccionario de la lengua española de la Real Academia- se detiene a recordar que el androcentrismo, "esa perspectiva que consiste en considerar que lo que han hecho los hombres es lo que ha hecho la humanidad y viceversa", legitima que una parte de la humanidad se apropie de lo que ha hecho y posibilitado la otra: las mujeres. "Pensar sólo en los hombres cuando se habla o se escribe tiene indudables repercusiones en los usos de la lengua", sostiene la filóloga, que ha elaborado diversas recomendaciones para lograr que la lengua se convierta en un bien común.
El sexismo no es un punto de vista que ignora a las mujeres, sino una actitud de menosprecio y de infravaloración de lo que son o hacen las mujeres. "Una actitud derivada de la supremacía masculina y también un método utilizado por el patriarcado para continuar manteniendo en situación de subordinación al sexo femenino", escribe Lledó.
Su receta es sencilla y apasionante: "Sólo se trata de analizar las posibilidades del lenguaje para que no excluya a nadie". Respecto a los argumentos en contra de esta evolución - a saber: el supuesto masculino genérico y el principio de economía- la filóloga recuerda innumerables aspectos antieconómicos de la lengua y que "una cosa es economizar y otra muy distinta menospreciar a un colectivo mayoritario". "Es curioso - añade- que de un organismo en constante evolución como es la lengua se usen argumentos como que siempre se ha dicho así".
En todo caso, el masculino genérico y el principio de economía podrían estar quedándose desfasados. El libro de Lledó quiere constatar "el aire que tenemos por delante" y el modo en que la lengua nos permite decir lo que queramos "con plenitud". "Llevo 25 años trabajando en ello y los cambios son grandísimos, aunque habrá quien diga que son lentos: antes, en cada inicio de curso se decía que tantos niños comenzaban la escuela. Ahora se habla de niños y niñas. El niños se ha quedado corto y tal vez un día ellas aparecerán por delante o alternadas en el orden de aparición. De hecho, ellas aparecen con naturalidad en el discurso si lo hacen en la mente de quien habla: recuerdo el caso de un locutor que hablando de la boda de Chabeli Iglesias y Ricardito Bofill dijo que había ´pocos invitados dentro pero, fuera, muchos mirones y mironas´ (en catalán tafaners i tafaneres),un caso claro de sexismo. Veía a las mujeres como mironas no como invitadas".
Las nuevas generaciones, constata Lledó, tienen en algunos casos una perceción más equivalente entre ambos sexos. "Las expectativas de las chicas son muy favorables a su autoestima. No se las puede juzgar con nuestros baremos: tal vez no vayan a manifestaciones pero hacen cosas tan esenciales como poner el piso o el teléfono a su nombre, cosa que antes habría sido un drama. Lo hacen sin necesidad de hacer de ello una bandera".