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Teresa se aburre. Tiene cincuenta años; trabaja con discapacitados psíquicos; vive con su hija adolescente… Lleva una vida civilizada, cómoda, previsible…, pero siente que le falta algo. ¿Placer, diversión, emociones…? Su amiga, en cambio, parece que lo tiene. Por lo menos durante un mes al año, y a muchos kilómetros de Austria, su país. Su amiga tiene un gigoló en Kenia. Teresa decide seguir su ejemplo. Lo que pasa a partir de ahí nos lo cuenta 'Paraíso: Amor', de Ulrich Seidl y Veronika Franz.Más allá del buen y mal rato que nos hace pasar (bueno porque es una película excelente, malo por la miseria y la degradación que muestra), 'Paraíso: Amor' nos plantea algunas preguntas. De acuerdo, la prostitución ha existido probablemente siempre, pero ¿por qué ahora con mujeres como clientas y por qué en países exóticos?
A mí me han ayudado a entenderlo un par de ensayos que he leído últimamente. En 'La fantasía de la individualidad' –un libro brillante, editado por Katz–, Almudena Hernando explica cómo ha surgido en Occidente un tipo de personalidad –individualista, egocéntrica, ambiciosa…–, que creemos masculina, pero en realidad es fruto del desarrollo histórico: del pensamiento abstracto, la especialización, el control tecnológico del mundo. En los países más avanzados, eso se extiende a las mujeres, y ellas adoptan comportamientos "masculinos", como el de tratar a otras personas como objetos. Por su parte, Silvia Federici, en 'Revolución en punto cero' (ed. Traficantes de Sueños), nos habla de la nueva división internacional del trabajo, en la que a los países pobres les corresponde –sea in situ o emigrando– el "trabajo afectivo": sexo de pago, niñeras, cuidadoras/es, vientres de alquiler... Es el trabajo que tradicionalmente hacían, gratis, las amas de casa, y que aún hacen, pero cada vez menos, a medida que la economía les ofrece –y ellas buscan– trabajos asalariados.
Yo salí de la película pensando que esta prostitución al revés demuestra que lo que parecía natural (hombre cliente, mujer prostituida) depende en realidad de quién tiene el poder: aquí, las mujeres (europeas) frente a unos hombres sin recursos. Y que cuando el "trabajo afectivo" lo hacen, por dinero, los pobres, queda al descubierto su valor económico, antes oculto bajo el mito del amor. En fin: una película, repito, excelente, pero que deja un poso de tristeza.