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Este artículo de hoy es la segunda parte del que escribí hace dos semanas para presentar argumentos contra los publicados en un conocido periódico por otro articulista, favorable a legalizar la prostitución.El articulista cree que una democracia liberal (sic) no debería oponerse a que un hombre y una mujer intercambien servicios por dinero. Y puesto que, en su opinión, no existe ninguna diferencia entre dar clases de yoga a un hombre o hacerle una felación, no se puede prohibir el sexo por dinero.
Primera objeción: me dicen las prostitutas a las que he entrevistado en mi casa, en restaurantes o en la cárcel de Wad-Ras, que les resulta terrible y que, para soportarlo, muchas se drogan; que las imágenes de esas felaciones las acribillan y les impiden dormir (el estrés postraumático), y que, desde luego, lo cambiarían por cualquier trabajo.
Segunda objeción: nadie habla de prohibir. Si una mujer decide cobrarle a un hombre por echarle un polvo, está en su derecho y sólo afecta a su esfera individual de toma de decisiones. De lo que se habla es de la conveniencia de considerarlo un trabajo y de encajarlo en el estatuto de los y las trabajadoras. Y ello es una cuestión estructural que atañe a toda la ciudadanía.
Por otro lado, ¿ha pensado el articulista en los cambios que se avecinan si se legaliza la prostitución?
Si es un trabajo cualquiera, tal vez habrá que ir proponiendo un ciclo de formación profesional en técnicas sexuales y otro en defensa personal, como hacen, por ejemplo, en Australia, donde, aunque la prostitución es legal, continúa siendo una actividad de alto riesgo en términos de violencia, por lo que las mujeres disponen de guías con procedimientos para minimizar riesgos.
Si es una trabajo cualquiera, tal vez una mujer en paro, en cuyo currículo figure haber trabajado como camarera, pueda ser enviada por el Inem a cubrir un puesto en un burdel, so pena de perder el subsidio de desempleo, como ocurrió en Alemania.
Si es un trabajo cualquiera, la ventaja para las adolescentes de los institutos del extrarradio es que serán captadas por las mafias con el señuelo de colocarlas profesionalmente y no por el método actual de engancharlas a la droga.
Si aun así el articulista continúa pensando que no hay diferencia entre hacer felaciones a muchos desconocidos durante una noche y dar clases de yoga, puede consultar el informe elaborado por el Parlamento Europeo en 2008 sobre las consecuencias de la prostitución en la salud de las mujeres (cáncer de útero, desgarros internos, enfermedades de transmisión sexual -ETS-, depresiones, drogodependencia...).
Por otro lado, el articulista defiende la legalización de la prostitución como la mejor forma de combatir las mafias, pero las cifras echan por tierra este argumento. Por ejemplo, en Holanda, donde la prostitución es legal desde el año 2000, el 80% de las mujeres de los prostíbulos han sido víctimas del tráfico sexual y el 70% de las prostitutas de Ámsterdam carecen de documentación. Y un dato escalofriante: se ha pasado de 4.000 a 15.000 criaturas prostituidas, la mayoría niñas.
Y es que el tráfico de personas con fines de explotación sexual en Europa tiene unos países proveedores, los más pobres, y unos de destino, los ricos con leyes más permisivas, es decir, Alemania, Holanda, España, Italia...
El último argumento del articulista se fundamenta en la preservación de la salud de la esposa engañada. Tal vez piensa que si las putas son legales, pasarán controles sanitarios que las mantendrán en perfecto estado de revista. Aunque, claro, olvida que muy a menudo son los propios puteros quienes actúan como transmisores de las ETS; son ellos quienes están dispuestos a pagar el doble por una penetración sin preservativo. ¿Se les va a someter a controles periódicos también?
Como rezaba el título de unas jornadas internacionales sobre explotación de mujeres en Cataluña celebradas la semana pasada: la prostitución, ¿el oficio más antiguo del mundo o una forma de violencia contra las mujeres?