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La banda alquilaba territorios -como varios tramos de la autovía de Castelldefels- a otros delincuentes para que explotasen a mujeres
Agentes de Málaga y Barcelona, especializados en la persecución de la gran delincuencia organizada, han desarticulado en Castelldefels una organización criminal rumana que operaba en España al más puro estilo mafioso. Además de comprar y vender mujeres como si se tratase de mercancía inerte, alquilaban territorios a otros delincuentes para que a su vez explotasen en ellos a las mujeres. Entre las zonas que alquilaban estaban algunos tramos de la autovía de Castelldefels.La organización también robaba y traficaba con drogas. El jefe máximo del clan dirigía sus negocios desde la cárcel de Topa (Salamanca) y su red se extendía a Alemania, Suiza, Francia y Holanda. Aunque no se descartan nuevas detenciones, ayer había 11 rumanos y dos españoles detenidos.
Este espectacular caso de criminalidad organizada arrancó el pasado mes de marzo con la detención en Málaga y Castellón de una quincena de personas integrantes de este grupo de delincuentes. En la misma redada fueron detenidas 46 chicas, acusadas de estancia ilegal, pero que con toda probabilidad eran víctimas de los anteriores. Varios de los componentes de la organización lograron escapar a aquella operación policial y se instalaron en la zona de Castelldefels, donde fueron nuevamente localizados por la policía que ya les había dado cerco hace una semana. Desde entonces y hasta la madrugada de ayer, los sospechosos han sido discretamente vigilados mientras se preparaba el operativo para detenerlos.
La investigación policial ha determinado que este grupo criminal rumano con sede en España y su país natal operaba al más puro estilo de la gran delincuencia. La parte central de su negocio era el tráfico de mujeres para su explotación en burdeles, autovías y carreteras.
Según fuentes policiales, la organización estaba capitaneada por un tal Catalín,preso en Topas, se había apoderado territorialmente de distintos tramos de carretera y autovía españoles así como de algunas calles de varias ciudades españolas. Estos espacios, que ellos consideraban de su propiedad los alquilaban a otros proxenetas que les pagaban para colocar en ellos sus chicas, muchas de ellas compradas a la misma organización propietaria de la zona.
El precio de un territorio como el de Castelldefels era de 300 euros por cada nueva chica que otros proxenetas quisieran colocar en la carretera.
En cuanto al modo en que compraban y vendían a las mujeres, no se diferencia del relatado por algunos testigos aparecidos en los reportajes sobre prostitución publicados por este diario el pasado fin de semana. El grupo rumano captaba mujeres en su país y les ponía un precio en función de su atractivo físico, que rondaba los 1.000 euros por chica. Una vez vendidas a un chulo -que adelantaba 200 euros por su compra-, las chicas llegaban a España con visados de turista, en autobús o en coches de la organización, y siempre vigiladas por los delincuentes rumanos que hacían la criminal entrega a domicilio. Era una entrega en mano. Por su parte, el comprador las proveía de ropa y en su caso de papeles. Sometían por la fuerza a las mujeres a base de palizas, extorsiones y amenazas a ellas y a sus familias.
La organización contaba, además, con chicas propias que explotaba por su cuenta. Estas mujeres estaban totalmente sometidas y bajo el control de los detenidos que habían creado un sistema de sometimiento infranqueable para ellas. Las mujeres eran obligadas a trabajar diez horas al día todos los días y se alojaban en casas alquiladas en las que eran vigiladas continuamente por una madame de la organización.