Esclavitud | > Índice de textos sobre la esclavitud |
-¿No se rebelan sus genes jamaicanos con este frío?
-Llevo aquí 48 años y nunca he dejado de tener frío, no me gusta nada.
-Su historia empieza allí, en Jamaica.
-En Spanish House, que está entre Kingston y Montego Bay. Los amos de mi familia eran españoles, buena gente. Manuel Conteh tenía fincas y esclavos y le había dado una parte de sus tierras a mi familia.
-¿Amos? ¿Cómo que amos?
-Porque eran los amos. Mi madre se llamaba Dolores Conteh, porque cuando nacía una esclava la bautizaban con el apellido del amo. Mis apellidos son Singhateh-Conteh.
-Un momento, ¿en Jamaica no se abolió oficialmente la esclavitud en el siglo XIX?
-No sé, pero la carta de libertad que Manuel Conteh le dio a mi abuelo es del 20 de abril de 1906. Mi abuelo fue el primer negro que llevó corbata, pero la carta no llegó a tiempo para uno de mis tíos. Lo compraron por cinco libras y se lo llevaron a Escocia.
-[cara de pasmo]
-¿Qué cree que hacían los blancos? ¡Jamaica fue un centro del negocio de esclavos! Las calles y los autobuses estaban pintados de blanco y negro, no podíamos mezclarnos. Yo siempre llevaba un tirachinas y jugaba a hacer diana con esos británicos calvos. Los odiaba.
-Allí no había futuro para un joven negro.
-Yo me escapé para librarme del servicio militar. Tenía 15 años y me enrolé en un petrolero. Un año después el barco recaló en Génova y mi contrato terminó. Desde allí viajé a Kuwait. Quería saber cómo era un país árabe. ¡Era peor que Jamaica!
-A Barcelona llegó en 1965.
-Era un 14 de noviembre. El sargento de la Guardia Civil que revisó mi documentación me dijo que era el primer negro que veía en su vida. Al final nos hicimos amigos.
-En la ciudad eran pocos y fuera, menos.
-De Mollet hasta Puigcerdà, yo era el único negro. Al poco de llegar fui a Ripoll y entré en un restaurante. Estaba comiendo y una señora de 90 años se sentó a mi lado, cogió un pañuelo húmedo y empezó a frotarme el brazo: «Carai, però si no està brut!», decía.
-¡No es posible!
-Se lo juro. Su hija no sabía cómo disculparse: «Lo siento, es que nunca ha visto un negro en persona, solo en las películas de Tarzán». Yo me reía. Sigo yendo a comer a ese restaurante. ¡Sus nietos hacen unas mandoguilles con bolets buenísimas!
-¿Por qué alguien con su espíritu aventurero acabó en la Catalunya interior?
-Porque me gusta. La gente me acogió como si fuera de su propia familia, jamás he tenido problemas, no me ha faltado el trabajo y tengo muchos amigos. ¡Tuve que dejar de hacer de rey negro en Torelló porque todos los niños me reconocían!
-Le debe afectar especialmente ver a miles de africanos morir por alcanzar Europa.
-No puedo ver estas noticias, es tan doloroso... [se emociona] Y esto no cambia. Tengo todos los capítulos de Kunta Kinte [el esclavo rebelde de Raíces] y no puedo verlo. Me dan ganas de llorar cuando veo lo que hacían los británicos en África. ¿Cómo es posible hacerle esto a un ser humano?