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Cuando Alex Haley era un niño, en Henning, Tennessee, su abuela solía contarle historias, sobre su familia -historias que retrocedían a los abuelos de la abuela y a las generaciones más remotas- hasta un antepasado que ella llamaba "el africano". Contaba que ese hombre había vivido al otro lado del océano, cerca de lo que él llamaba "Kamby Bolongo" y que un día cuando estaba cortando un tronco en el bosque para fabricarse un tambor, fue atacado por cuatro hombres, apaleado, encadenado y arrastrado a bordo de un barco de esclavos con destino a la América Colonial.
Fragmento del último capítulo:
No recuerdo una experiencia más agotadora que mis primeras seis semanas de esfuerzos aparentemente inútiles e interminables. Pasaba los días enteros tratando de aislar un determinado barco de esclavos en un viaje determinado, en medio de ficheros y ficheros de miles de viajes triangulares hechos por los barcos negreros entre Inglaterra, Africa y Estados Unidos. Además de mi frustración, empecé a ponerme furioso al darme cuenta de que el tráfico de esclavos en su tiempo era considerado por quienes participaban en él como una industria importante, como la actual compra, venta y transporte de ganado. Había muchos documentos que nunca habían vuelto a ser consultados después de ser guardados; al parecer nadie había sentido la necesidad de revisarlos.
No había encontrado ni un solo barco que hubiera zarpado para Annapolis desde Gambia, cuando, durante la séptima semana, a las dos y media de la tarde, me dediqué a estudiar la hoja número 1.023 de registros. Era una ancha hoja rectangular y contenía las entradas y salidas de unos treinta barcos durante los años 1766 y 1767. Recorriendo la lista, llegué al barco número 18 y automáticamente leí los informes de las anotaciones.
El 5 de julio de 1767 (el año que "vinieron los soldados del rey") un barco llamado Lord Ligonier, había zarpado del río Gambia con destino a Annapolis, su capitán era Thomas E. Davies...
No sé por qué, pero mi reacción emotiva se retrasó. Recuerdo que copié tranquilamente la información, guardé los documentos y me fui. A la vuelta de la esquina había un pequeño salón de té. Entré y pedí una taza de té y una pasta. Allí sentado, mientras sorbía la infusión y comía la pasta, comprendí que ése era el barco que había llevado a Kunta Kinte.
Todavía debo esa taza de té. Por teléfono, Pan American me aseguró el último asiento disponible para el avión de Nueva York. No había tiempo para ir al hotel. Dije a un conductor de taxi:
--¡Al aeropuerto de Heathrow!
Esa noche en el avión no dormí. Veía el libro que estaba en la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, en Washington, D. C., y que tenía que volver a conseguir. Tenía una cubierta marrón y el título estaba escrito en letras más oscuras, también marrones: Shipping in the Port o f Annapolis, por Vaughan W. Brown.
Desde Nueva York volé hasta Washington, luego cogí un taxi hasta la Biblioteca del Congreso, pedí el libro, casi se lo arrebaté de la mano al joven que me lo trajo y empecé a recorrer las páginas... ¡Allí estaba la confirmación! El Lord Ligonier había pasado Aduanas el 29 de septiembre de 1767.
Alquilé un coche y fui a toda velocidad a Annapolis, donde me dirigí al Registro de Maryland. Pedí a la archivadora, señora Phebe Jacobsen, las copias de periódicos locales publicados durante la primera semana de octubre de 1767. Pronto me trajo un microfilm de la Gaceta de Maryland. Había llegado a la mitad del número del primero de octubre cuando vi un anuncio en esos caracteres antiguos: "RECIÉN IMPORTADOS, en el barco Lord Ligonier, capitán Davies, desde el río Gambia, en Africa, será vendido por los que suscriben en Annapolis, por efectivo o letras de cambio, el miércoles, 7 de octubre, un cargamento de ESCLAVOS SANOS DE PRIMERA. El mismo barco transportará tabaco a Londres, con licencia, a seis chelines la tonelada." El anuncio estaba firmado por John Ridout y Daniel de St. Thos. Jenifer.
El 29 de septiembre de 1967 sentí que no debía estar en ninguna otra parte del mundo que no fuera el muelle de Annapolis, y así fue. Habían pasado doscientos años desde el día de la llegada del Lord Ligonier. Miré hacia el mar, a través de las aguas por las que había sido traído mi antepasado y volví a llorar.
El documento de 1766-67 compilado en el Fuerte James, río Gambia, decía que el Lord Ligonier había zarpado con 140 esclavos en la bodega. ¿Cuántos habían sobrevivido? Volví al Registro de Maryland y busqué hasta encontrar el informe del cargamento a la llegada a Annapolis. He aquí el inventario: "3.265 "dientes de elefante", como se llamaban entonces los colmillos; 3.700 libras de cera de abeja; 800 libras de algodón en bruto, 32 onzas de oro de Gambia y 98 negros". La pérdida de 42 africanos durante la travesía, es decir, alrededor de un tercio, era lo normal.
Me di cuenta de que
la abuela, la tía Liz, la tía Plus y la prima Georgia también
habían sido griots, a su manera. Mis apuntes contenían la
centenaria historia de nuestro africano, vendido al amo John Waller, que
le había dado el nombre de "Toby". Durante su cuarta tentativa por
escapar, cuando fue cercado y había herido con una piedra a uno
de los dos cazadores profesionales de esclavos, le habían cortado
parte del pie. El hermano del amo John, el doctor William Waller, le había
salvado la vida; indignado por la mutilación, le había comprado
a su hermano. Deseaba que hubiera algún documento de todo esto.
Fui a Richmond,
Virginia. Leí montones de escrituras de venta, en microfilm, en
el condado de Spotsylvania, Virginia, después de la llegada del
Lord Ligonier, en septiembre de 1767. Al cabo de un tiempo encontré
una escritura fechada el 5 de septiembre de 1768, en la que John Waller
y su esposa Ann transferían a William Waller tierra y propiedades,
incluyendo 240 acres de tierra arable. En la segunda página leí:
"Y también un esclavo negro llamado Toby."
¡Dios mío!