Derecho a la educación | > Otros textos |
1. La educación es un derechoLa educación no es un bien que, una vez adquirido, se añade a otros bienes del patrimonio de un individuo, sino que su adquisición se convierte en parte integral de la persona humana. Por lo mismo, al igual que los demás derechos, debe ser igual para todos, en su declaración de principio y en su aplicación en la práctica.
2. El principio de igualdad implica la gratuidad absoluta. Diría inclusive para los ricos. Al impuesto progresivo (ciertamente necesario) no se debe sustituir el principio del pago de los servicios de educación por parte de quienes tienen los medios.
Los costos de la educación deben ser sufragados íntegramente por el Estado y el presupuesto de la educación debe entonces ser objeto de alta prioridad.
Este principio de igualdad vale para todas las naciones, ricas y pobres. Pero, obviamente, los países pobres no tienen medios equivalentes ("en calidad") a los de los países ricos. Esta desigualdad es una de las consecuencias más dramáticas de la desigualdad entre las naciones producida por la expansión capitalista/ imperialista.
Será necesario adecuarse a esta realidad, sin renunciar al principio de este derecho igual, incluso para los países pobres. La inversión en la educación es la inversión seguramente más productiva a largo plazo. Inicialmente se puede aceptar que el esfuerzo esencial se dedique a la educación primaria, gratuita y obligatoria (es posible: Cuba, Vietnam y otros son la prueba), mientras que el porcentaje de las generaciones admitidas en la secundaria y superior puede ser modesto y aumentar solamente a medida de las realizaciones del desarrollo.
3. La declaración del derecho a la educación y a la definición de sus objetivos y en consecuencia de sus contenidos, son indisociables.
El objetivo sería: ¿formar "productores" (necesarios para los sistemas productivos tal como son) o formar "ciudadanos"? Las dos tareas deben asociarse indisolublemente y la formación de ciudadanos no podría sacrificarse bajo pretexto de una prioridad que deba darse a la primera. Es más, esta asociación de las tareas debe ser la misma para todos (principio de igualdad); no se puede aceptar que una "instrucción práctica" se reserve a los unos (en general los niños de las clases populares, destinados a reproducir su fuerza de trabajo necesaria para el capital), mientras que "la instrucción noble" se reserve a una minoría (incluso si es reclutada por "concurso" y no según los medios financieros de sus padres).
No se tienen en cuenta estos principios en el discurso dominante, en particular en sus propuestas de "reformas" de la educación. Este discurso se sitúa a las antípodas del nuestro. Reconociendo el "derecho a la educación" de labios para fuera, se apresura a destruir todo su alcance por la prioridad casi absoluta que da a los objetivos de formación que responda a las necesidades del "mercado", a la vez que reduce la formación de los ciudadanos a algunas frases de retórica pobre.
La privatización de los servicios educativos pagados, el sometimiento de las Universidades y de la investigación al control de los oligopolios, hacen el resto.
El trasfondo de esta desviación economicista es el falso concepto de "capital humano", que trata la educación como un "bien apropiado" por su beneficiario. Se desconoce pues deliberadamente que la producción de conocimientos es social, determinada por el conjunto de la sociedad y no por cualquier fragmento aislado de ésta; como también se desconoce que el portador del "capital de educación" no puede hacer uso de éste sino en la sociedad. El concepto se asocia pues estrechamente a la ilusión individualista, fundamento de la "teoría" según la cual la sociedad no es más que la suma de los individuos que la componen. Se trata del producto supremo de la enajenación comercial y el carácter economicista absoluto de la visión burguesa de la sociedad (en comparación con el carácter no economicista del marxismo).
Keynes decía que la mitad del PIB ya tenía -en su época- el carácter de "bienes colectivos", es decir, de "bienes" (si se los llama así) no comerciales, incluso cuando se los transforma, contra su naturaleza, en pseudo-bienes comerciales (para permitir al capital sacar una ganancia). Marx, mucho antes, había definido el "general intellect", parte fundamental en la producción de los conocimientos y tecnologías, que es por lo tanto siempre social.
El modelo de sistema educativo propuesto por el discurso dominante -el de los Estados Unidos- lleva al extremo estas características fundamentalmente antidemocráticas. Una educación pseudo-profesional, adaptada a la demanda y sujeta a las prescripciones de la empresa capitalista, privatizada por añadidura, para la casi totalidad de sus beneficiarios; y una educación noble reservada a la pequeña minoría destinada a la reproducción de la clase dirigente.
4. La definición de los medios intelectuales necesarios para la formación de los ciudadanos es compleja. Es indisociable de la concepción de democracia que se quiere promover.
Estos medios no pueden de ninguna manera reducirse a algunas trivialidades del estilo "educación moral y cívica", o conocimiento de las instituciones de la gestión de la sociedad política y los derechos humanos. Deben pensarse en la perspectiva de producir seres humanos capaces por sí mismos de analizar la realidad de su sociedad, de hacer la crítica y de actuar para transformarla. Es decir que no hay formación de ciudadanos fuera de la perspectiva de formación de ciudadanos críticos. La democracia y la modernidad lo exigen. La formación del ciudadano debe ofrecerse a todos, incluso a quienes el sistema vigente destina a la formación "práctica".
El modelo estadounidense propuesto no forma ciudadanos, sino solamente agentes ejecutores, consumidores y espectadores mayoritarios, por una parte, y una clase dirigente minoritaria, por otra parte.
Un último punto se refiere a las fronteras de la ciudadanía que debe construirse. ¿El ciudadano que debe formarse será ciudadano de qué? ¿De la nación a la cual pertenece, o del mundo? En la situación actual, solo puede ser ciudadano de su nación. No podrá convertirse en ciudadano del mundo hasta que se hayan borrado las brechas gigantescas creadas entre las naciones por el capitalismo/imperialismo. Es una perspectiva optimista muy alejada.
Pero entonces es menester reconocer que el ciudadano de las naciones privilegiadas opulentas se beneficia de una renta de situación ("la renta imperialista") y que la reducción progresiva de ésta debe constituir el objetivo de una formación internacionalista del ciudadano (y no "mundialista" en sentido ingenuo), con consciencia de la amplitud del reto.
5. Lo que propusimos para el derecho a la educación se aplica mutatis mutandis al derecho a la salud.
Se trata también de un derecho igual para todos. Su traducción a la realidad implica la "seguridad social" para todos, incluso en los países pobres, la gratuidad de los cuidados, la responsabilidad de sus costos por parte del presupuesto nacional. Como exige obviamente la definición de objetivos de etapa; para los países pobres seguramente la prioridad será la medicina preventiva, la erradicación de las pandemias, etc.