Educación y derechos humanos |
Actualmente se habla mucho de la educación en valores, pero exactamente ¿a qué nos referimos cuando hablamos de valores? Entendemos por valor un «horizonte de sentido», porque «sin horizontes, sin puntos de referencia, la existencia deja de tener sentido y todo se hunde».2Los valores van vinculados a sentimientos en tanto que «hacen referencia a una propiedad capaz de suscitar la estima de los seres que la perciben».3 También los relacionamos con aquello que hace que una cosa sea tan deseada y apreciada que decidimos que vale la pena luchar por ella.
Los valores son el marco de referencia personal que nos orienta en nuestras acciones, opciones y decisiones. Cada persona tiene su propia y exclusiva escala de valores, edificada a partir de la relación con el entorno cultural y familiar, las experiencias vividas, la propia capacidad de análisis, las personas que se escogen como referentes, etc. De esta manera, nadie, ni personas ni instituciones, es ni puede ser neutral. Por esta razón será importante tomar conciencia y explicitar desde qué valores, cada un@ de nosotr@s, individualmente o como instituciones, hablamos, somos y hacemos.
Hay quien dice que estamos inmers@s en una crisis de valores; aún así, afirmamos en el parágrafo anterior que tod@s, conscientemente o inconcientemente, nos relacionamos desde unos valores específicos. ¿Dónde está la crisis? Quizás no en los valores en si, sino en aquellas instituciones que tradicionalmente se habían responsabilizado de transmitirlos (de transmitir un «horizonte de sentido»). Instituciones como la Iglesia, la familia tradicional o la escuela como espacio exclusivo de aprendizaje de saberes han dejado de ser referencia, de ser las únicas depositarias de este sentido. ¿A favor de qué nuevas instituciones han cedido su peso específico? Dicho de manera muy simplificada: a aquellas vinculadas al consumo y representadas por la publicidad; aquellas que han conseguido implantar y generalizar valores como la inmediatez, la novedad, la juventud, la competitividad, la eficacia o la rapidez. Veamos un ejemplo:
"Como máxima prueba de que las grandes marcas se han adentrado en nuestras vidas, los norteamericanos han empezado a llamar a sus hijos con el nombre de las más famosas. (…) Por ejemplo [el autor de un estudio] ha localizado a 49 niños con el nombre de Canon y casi 300 niñas con el de Armani. (….) La lista es laxa y comprende desde Timberland, Chanel, L'Oreal y Kellog's (…). A fin de cuentas los signos más importantes de nuestro tiempo proceden de estas macrofuentes de ideología y poder planetario. Si en otro tiempo se obtenían los nombres de la ciudadanía de la naturaleza y el santoral, ahora es la economía global convertida en aparente, nueva y fatal naturaleza. El surtido brota de las multinacionales".Por tanto, la crisis de las instituciones transmisoras de valores lleva irremediablemente a un cambio de los valores sociales imperantes. En este contexto, hay que analizar cuidadosamente cuáles son nuestros valores personales y cuáles queremos que sean; cuáles son los valores sociales dominantes, qué opinamos de éstos, y -lo más difícil- cómo convivimos con unos valores y con los otros.
Vicente Verdú, El País, 22 de noviembre de 2003Como educador@ s es importante explicitar, ante nuestr@ s chic@ s y sus familias, desde qué valores personales y de centro estamos educando. Dicho de otra manera, hay que explicitar el currículum oculto.