La gordofobia es la discriminación a la que nos vemos sometidas las personas gordas por el hecho de serlo. Hablamos de humillación, invisibilización, maltrato, ridiculización, patologización, marginación, exclusión y hasta de ejercicio de violencia física ejercidos contra un grupo de personas por tener una determinada característica física: la gordura. No nos adaptamos a la ampliamente aceptada norma de la delgadez.

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Somos gordas en una sociedad gordófoba siempre, las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. En casa, en la calle, en el médico, en el trabajo, con todas las limitaciones que implica y con todo el peso de la discriminación cayéndonos encima. Nuestra cotidianidad está plagada de gordofobia.

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En el 'bullying' o acoso gordofóbico que sufrimos en el colegio y en el instituto (sí, el 'bullying' no es algo neutro ni que suceda de la nada; por lo general, detrás de él se esconde gordofobia, misoginia, clasismo, capacitismo, racismo, homofobia o transfobia).

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Al final, el mensaje general es el siguiente: la gordura es fea, la gordura da asco, la gordura está mal, la gordura no debería existir.

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El 10 de enero de 2017 llegó a mis manos una noticia terrible. Lucía, una chica murciana de trece años, se había suicidado debido al bullying que sufría en el colegio. La insultaban y acosaban por gorda. Lloré muchísimo. No conocía a Lucía, pero su partida me llenó de rabia y de dolor. Es increíble cómo la mezquindad de esta sociedad gordófoba puede llegar al grado de terminar empujando a una niña a hacer algo así. Pero, por desgracia, esta no es la única historia que tengo para contar. En el año 2016, en una charla sobre gordofobia en Madrid, una de las asistentes relató su historia: un amigo suyo la había violado y, cuando se lo contó a sus padres, el comentario de su padre fue que al menos alguien se había fijado en ella. En julio del año 2014 se hizo viral la noticia de una chica a la que habían violado cuatro tipos en una discoteca de Argentina. Como la denunciante era gorda, Twitter se llenó de comentarios gordófobos tales como "La gorda violada en el boliche escucha reconstrucción del hecho y queda mojada", "A la gorda la violó un flaco rubio de ojos azules, ¿de qué se queja?", "Dejen de llamarla víctima a la gorda violada, ¡le hicieron un favor!".

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Vaca, foca, mamut, ballena, morsa, sapa, rinoceronte, osa, hipopótama, elefante o cerda son algunos de los 'insultos' animalescos que me han llamado a lo largo de mi vida.

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Experimentar gordofobia ha llevado a mucha gente por los derroteros de la autodestrucción, la baja autoestima, a sufrir ansiedad, fobia social, depresión, agorafobia y otras circunstancias mentales de este tipo. Son miles los testimonios que dan cuenta de ello en Stop Gordofobia y otros portales que se han dedicado a denunciar estos casos. También nos encontramos con testimonios de chicas que han caído en los llamados "trastornos de conducta alimenticia", como la bulimia o la anorexia, desde muy pequeñas, debido al 'bullying' gordofóbico al que las sometían en el colegio o el instituto.