La Declaración Universal de los Derechos humanos |
El 1º de Mayo sigue siendo una fecha emblemática de reivindicaciones y deseos de una sociedad mejor. La valorización y la dignificación del trabajo es el reto colectivo más importante que hoy deben afrontar, con el mayor sentido común unitario, los sindicatos y la izquierda política.Una serie de transformaciones socioeconómicas han desplazado el papel del trabajo a un lugar secundario, subsidiario e irrelevante en la escala social de valores. La doctrina neoliberal de la competitividad ha situado las necesidades de las empresas en un plano social hegemónico. El paro masivo ha justificado cualquier agresión y degradación del empleo. La dignidad del trabajo cuenta hoy poco: en nombre del empleo se puede hacer hoy cualquier cosa. Los trabajadores son sujetos en el trabajo, pero objetos en el empleo.
El derecho al trabajo se quiere identificar con trabajar sin derechos. Las sucesivas reformas laborales han supuesto cambios reales para la vida concreta de los trabajadores: precarización generalizada, abaratamiento de costos, aumento de los trabajadores pobres, incremento de las horas de trabajo, cláusulas de temporalidad ilegales, dobles escalas salariales, falsos autónomos, discriminación y desigualdad de trato, dificultades de acceso a la formación, polarización en el mercado de trabajo y otras más. Éste es el desorden de cosas al que hoy asistimos, que implican el reto de recuperar la centralidad del trabajo, situándolo como núcleo central de las preocupaciones y valores sociales.
El tránsito de la sociedad industrial a la sociedad de información, de la sociedad del trabajo a la sociedad del saber está produciendo riesgos de polarización entre dos modelos de organización del trabajo: el neotaylorista para las tareas más estandarizadas y banalizadas y una organización del trabajo flexible y "enriquecedora" para las tareas más cualificadas y creativas. La polarización del mercado de trabajo entre empleos seguros y bien valorados, en el núcleo estable de la economía, y constelación de empleos periféricos, precarios y subcontratados a través de la estrategia empresarial creciente de la externalización de tareas. También se está produciendo una nueva polarización entre distintas formas del trabajo flexible: jornadas laborales cada vez más prolongadas (trabajador accesible las 24 horas), ritmos de trabajo cada vez más intensos (desincronización entre tiempos de trabajo y otros tiempos sociales), riesgos de exclusión dado el analfabetismo funcional de muchos trabajadores, fruto del llamado apartheid tecnológico.
El sociólogo U. Beck ha analizado el futuro del trabajo en la era de la información, y nos señala que "la erupción de lo precario, de lo discontinuo, de lo impreciso, de lo informal, va debilitando el fortín del pleno empleo en Occidente. El vinculo social del trabajo se degrada y se produce una americanización progresiva en Europa, que trata de arruinar el modelo social europeo". Flexibilizar y desregular significa que el Estado y la Economía traspasan los riesgos a los individuos. La nueva realidad sociolaboral nos convierte a todos en amenazados. Vivimos la sociedad del riesgo. Soportamos una seguridad endémica que se esta convirtiendo en el rasgo y la característica distintiva de nuestro modo de vida en el futuro. No hay certezas ni seguridades.
Calidad del trabajo y modelo de sociedad son dos realidades vinculantes. Asistimos a la economía política de la inseguridad que produce un efecto dominó sobre el conjunto de nuestras vidas y determina el modelo de sociedad. Lo que en épocas anteriores se complementaba y reforzaba de manera reciproca (pleno empleo, pensiones mas seguras, elevados ingresos fiscales, márgenes de maniobra de la política estatal), se ve ahora en peligro ya que el trabajo se torna precario y escaso, desestabilizando los cimientos del estado asistencial y de bienestar. Se puede afirmar que el influjo de la economía política de la inseguridad modifica de manera drástica el modelo global de sociedad. La alianza histórica entre capitalismo, estado social de bienestar y democracia se resquebraja. Por eso Beck concluye que "la utopía neoliberal es una forma de analfabetismo democrático".
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