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Él lo razona con la milenaria ética china del esfuerzo: si no trabajas, no hay dinero. "¿En tu país también os pagan cuando descansáis?", pregunta.
El Gobierno estudia introducir las vacaciones pagadas en China, la fábrica global, el paraíso de los bajos costes de producción como eufemismo de salarios misérrimos, el gigante que avanza a la cúspide del siglo XXI con condiciones laborales del Manchester del siglo XIX. Es un proyecto en pañales: un borrador sobre el que la ciudadanía puede opinar hasta el 16 de noviembre. Pero es un paso importante: las vacaciones pagadas ya existían en la ley del contrato laboral de 1995, nunca desarrollada.
Por ahora ni siquiera se sabe si casos como el de Zhong estarían incluidos en esta ley. Afectaría a funcionarios públicos y trabajadores de empresas, este último un concepto nebuloso. Su duración no empujará a la molicie: en los primeros 10 años de vida laboral, el trabajador disfrutará de 5 días de vacaciones pagadas al año. Entre los 10 y 20 años, de 10 días. Y superados los 20, de 15, el máximo previsto. La ley va en contra de la férrea cultura de trabajo china. El ocio era una debilidad burguesa para el maoísmo. Mucho de eso queda aún.
"En una entrevista
de trabajo es suicida preguntar por el número de días de
descanso. El empleador te verá como un gandul", explica Ding, una
joven empresaria.
El proyecto prohíbe
al empleador ofrecer como vacaciones pagadas los tres períodos de
tres días que, encadenados a fines de semana, forman las tres semanas
doradas. Son el Año Nuevo Chino (entre finales de enero y principios
de febrero), el Día del Trabajo (en mayo) y el Día Nacional
(en octubre). Se instauraron en 1999 en plena crisis asiática para
ayudar al sector turístico y estimular el consumo interno. En la
práctica son días de descanso solo al alcance de la clase
media y alta. El resto, al no ser fiestas remuneradas, renuncia a las dos
últimas, y disfruta de la primera.
Pekín vive esos días un éxodo: muchos restaurantes cierran, las calles se vacían de coches y el ritmo febril de construcción se da un respiro. Son los días con el aire más limpio del año. "En la semana de octubre viajé a Hong Kong, es el mejor destino para comprar ropa. Pero en Año Nuevo no me muevo de Pekín, es imposible encontrar hotel en ningún lado". Lo dice Yan, periodista de la televisión pública. Hace tiempo que aumenta el coro que pide el fin de las semanas doradas. Los ciudadanos alegan que no son libres para elegir sus días de descanso. El 65 % de los encuestados en el portal Sohu apoyaron su modificación. Los sectores más sociales sostienen que los empresarios las utilizan para negarse a ofrecer vacaciones pagadas.
Pero el mayor problema es la masificación. Cientos de millones de chinos toman los destinos más turísticos. Los hoteles carecen de habitaciones, los transportes públicos no dan abasto, los servicios empeoran y se encarecen. Eso ha llevado en los últimos años a muchos a quedarse en casa. Un informe interno del Gobierno aseguraba que bajaba la inversión y sugería mantener solo la semana del Año Nuevo y repartir los días de descanso a lo largo del año. Pero Pekín aún se niega: alega que sería una medida impopular y que han generado 67.000 millones de euros.
Algunos analistas sostienen que concentrarse en las vacaciones es empezar la casa por el tejado. "El Gobierno debería subir los salarios e incrementar la seguridad social", juzga Hu, del Instituto de Tecnología de Pekín.
Más que por las leyes, la mejora de las condiciones laborales podría venir por la evolución del patrón económico chino. La mano de obra barata, el tradicional motor, empieza a escasear por la política del hijo único.
"China va de una época de superávit laboral a otra de déficit", concluía un informe oficial. En Cantón, zona de manofacturas, las empresas han subido los salarios para atraer a empleados. Quizá un día tengan vacaciones.