Sentaos y negociad
como gustéis, viejos zorros plateados.
Moriremos en un maravilloso edificio
Con alimento, vino, buenas camas y hoguera
A condición de que negociéis y renegociéis
Vuestras vidas y las de nuestros hijos.
Que la sabiduría de lo creado
Convenga en bendecir vuestras mentes
Y os guíe en el laberinto.
Mas fuera, en el frío, nosotros os esperaremos,
El ejército de quienes morimos en vano,
Nosotros del Marne y de Montecassino,
De Treblinka, Dresde e Hiroshima:
Estarán con nosotros
los leprosos y los tracomatosos,
Los desaparecidos de Buenos Aires,
Los muertos de Camboya y los moribundos de Etiopía,
Los negociadores de Praga,
Los exangües de Calcuta,
Los inocentes lacerados de Bolonia.
Pobres de vosotros si al salir no estáis de acuerdo:
Seréis estrujados por nuestro abrazo.
Somos invencibles porque somos los vencidos.
Invulnerables por caídos:
Nosotros nos reímos de vuestros misiles.
Sentaos y negociad
Hasta que vuestra lengua se seque:
Si sobrevivís al daño y la vergüenza
Os hundiremos en nuestra podredumbre.