¡Y qué frío es el aire
y qué atroz es el hambre
mientras pasamos lista!
Las siluetas encogidas
se veían iluminadas
por un claro de luna
pálido que acentuaba
las ojeras en los rostros
fatigados por el trabajo.
El aire se colaba
por todos los poros
de nuestros cuerpos,
penetrando los corazones,
apagando en nosotras
la leve llama de la esperanza.
Era inútil intentar abrigarse
con trozos de jirones.
¡Y qué frío es el aire
y qué atroz es el hambre
cuando no hay esperanza!