Cuando a la horca fue llevado por los cristianos,
inocente joven de diecisiete años,
su madre que se arrastraba cerca del
patíbulo destrozándose el pecho
contra el polvo, bajo el salvaje sol
del mediodía, aullando como un lobo,
o como una dolorosa, lanzó este lamento
"Diecisiete años solamente me has vivido, hijo mío".
Y cuando lo hicieron subir por la escalera de la horca
y le pasaron la cuerda por el cuello y lo ejecutaron,
y la inocencia juvenil de sus diecisiete años
pendió en el vacio miserablemente,
entre espasmos de una atroz agonía,
aquel cuerpo de efebo de madura hermosura,
su madre cayó sobre el polvo del martirio
y en su dolor no hablaba ya de años:
"Diecisiete días solamente", se lamentaba,
"diecisiete días solamente te he gozado, hijo mío".