La
Declaración Universal y la poesía
Índice
de poesías.
La hija del león
Kahlil
Gigran. El Precursor.
Editorial Sirio, 2001
Cuatro esclavos
abanicaban a una reina que roncaba en su trono y en cuyo regazo ronroneaba
un gato.
Dijo el primer esclavo:
"Qué fea es esta vieja en su sueño. Mirad su boca caída.
Respira como si el demonio la estuviese ahorcando".
Entonces el gato
ronroneó: "Ella, en su sueño, no es ni la mitad de fea de
lo que tu eres en tu consciente esclavitud".
Y el segundo esclavo,
dijo: "Ha de pensar que el sueño suaviza sus arrugas en lugar de
acentuarlas. Debe estar soñando algo malo".
Y el gato maulló:
"Cómo te gustaría dormir tan bien como ella, y soñar
con tu libertad".
Y el tercer esclavo,
dijo: "Tal vez esté viendo la procesión de todos los que
ha asesinado."
Y el gato ronroneó:
"Está viendo la procesión de tus antepasados y la de tus
descendientes."
Y el cuarto esclavo,
dijo: "Está bien hablar de ella, pero esto no hace menos pesado
el trabajo de abanicarla".
Y el gato maulló:
"Abanicarás durante toda la eternidad; porque tal como es en la
tierra, será en el cielo".
En ese momento,
la reina sacudió la cabeza y su corona cayó al suelo.
Y uno de los esclavos
dijo: "Esto es un mal presagio".
Y el gato ronroneó:
"Es mal presagio para unos y bueno para otros."
Y el segundo esclavo
dijo: "Qué pasaría si despertara y viera su corona caïda?
¡Seguramente nos mandaría matar!"
Y el gato comentó:
"Cada día, desde que nacisteis, os ha matado y vosotros no lo sabéis."
Y el tercer esclavo,
dijo: "Sí, nos mataría considerándolo un sacrificio
a los dioses."
Y el gato ronroneó:
"Sólo los débiles son sacrificados a los dioses."
El cuarto esclavo
calló a los otros, y sin hacer ruido, recogió la corona y
volvió a colocarla en la cabeza de la reina, sin despertarla.
Y el gato maulló:
"Solamente un esclavo vuelve a poner en su lugar una corona que ha caído."
Y al fin, despertó
la reina, y mirando alrededor suyo, bostezó, y dijo: "Me parece
que soñé y vi a cuatro gusanos perseguidos por un escorpión
alrededor del tronco de un viejo roble. No me gustó mi sueño."
Entonces cerró
los ojos y volvió a dormirse y a roncar. Y los cuatro esclavos siguieron
abanicándola.
Y el gato ronroneó:
"Abanicad, abanicad estúpidos. Estáis atizando el fuego que
os consume."