El blanco azúcar que endulzará mi café
en esta mañana de Ipanema
no fue producido por mí
ni surgió por milagro dentro de la azucarera.Lo veo puro
y amable al paladar
como beso de muchacha, agua
en la piel, flor
que se disuelve en la boca. Pero este azúcar
no fue hecho por mí.Este azúcar vino
del almacén de la esquina pero tampoco lo hizo Oliveira,
dueño del almacén.Este azúcar vino
de un ingenio de azúcar de Pernambuco
o del Estado de Río
y tampoco lo hizo el dueño del ingenio.Este azúcar era caña
y viene de los cañaverales extensos
que no nacen por casualidad
en las faldas del valle.En lugares distantes, donde no hay hospital
ni escuela,
hombres que no saben leer y mueren de hambre
a los 27 años,
plantaron y recogieron la caña
que se convertiría en azúcar.En fábricas oscuras,
hombres de vida amarga
y dura
produjeron este azúcar
blanco y puro
con que endulzo mi café esta mañana en Ipanema.